Cultura

Resistencias flamencas: Anita Sevilla y Manuel Arjona

Más allá de la guerra y su forzado exilio, la sevillana y el malagueño consiguieron convertirse en dos figuras del baile flamenco, clásico español y regional en México.

el 01 sep 2013 / 23:00 h.

Por Emilio J. Gallardo Saborido Las historias personales de Ana Durán, Anita Sevilla (Sevilla, 1927) y Manuel Arjona (Málaga, 1924) se entrecruzaron a miles de kilómetros de sus ciudades natales. Empujados por la violencia de la Guerra Civil, su llegada a México en 1939 les ofreció nuevas expectativas alejadas de la intolerancia franquista. En ese país se forjaron sus aspiraciones artísticas hasta convertirse en una de las parejas de baile flamenco más memorables que se recuerden en el México de las últimas décadas. Anita Sevilla y Manuel Arjona, pareja artística desde 1947, posan entre recuerdos de una vida consagrada al baile flamenco en México. Anita Sevilla y Manuel Arjona, posan entre recuerdos en México. Ambos proceden de dos familias de connotados andaluces. Por parte de Ana Durán su madre fue la actriz y cantante Ana Pérez Gómez, más conocida por el apodo que le puso Joaquín Quintero, Ana Sevilla; mientras que su padre fue el torero Benito Durán. Ana Sevilla madre participó en el accidentado rodaje de El genio alegre, película dirigida por Fernando Delgado en 1936. Tras ser delatada y tras pasar por la Sevilla dominada por Queipo de Llano, logró salir de España disfrazada de monja, con rumbo a Lisboa. Allí habían ido llegando distintos artistas como Miguel de Molina, Carmen Amaya, Los Chavalillos Sevillanos, Conchita Martínez o Ramón Montoya. Aprovechando esta circunstancia un empresario argentino los contrató para presentarlos en Buenos Aires. Una vez allí, pudo desplazarse a México y conseguir pagar los pasajes de su familia. En cambio, la familia de Manuel Arjona estaba más ligada al mundo de los negocios que al del espectáculo. Así, su padre, Francisco, había conseguido prosperar gracias al comercio, especialmente del aceite. La guerra los empujó a huir primero a Barcelona y luego a Francia. Manuel consiguió sortear la entrada en un campo de concentración francés haciéndole ver al soldado de turno que era menor. En cambio, fue trasladado a un pueblecito de la Alta Sajonia. Finalmente, y tras reencontrarse con su padre y su hermano, la familia fue llamada para embarcar en uno de los barcos que trasladó a los refugiados españoles a México, el Sinaia. Atracaron en el puerto mexicano de Veracruz en junio de 1939. Manuel Arjona aún recuerda emocionado la bienvenida que les ofreció el pueblo mexicano, al rememorar esos momentos habla de “apoteosis”, de una “recepción increíble”. Como muchos otros refugiados, su padre, Francisco, estimaba su paso por México como algo temporal. Para él, la vuelta a España estaba cerca, tan cerca que llegó incluso a comprar once maletas para sus nueve hijos, su esposa y él mismo. Ante tal derroche de optimismo, su mujer no pudo sino exclamar: “¡Pero Paco, si no tenemos nada que meter en las valijas!”. Así, y a pesar de que no corrían tiempos fáciles, Francisco Arjona pronto empezó a despuntar entre la colonia de refugiados andaluces y junto con otros coterráneos fundó el Centro Andaluz de México en 1943 (años después su hijo César instituiría la Casa de Andalucía). De este modo, Manuel y Ana habían llegado a México en 1939, en barcos distintos y con apenas unos meses de diferencia. No obstante, no sería hasta 1947 cuando por fin formaran pareja artística. Anteriormente, habían coincidido en algunos de los proyectos que agruparon a varios de los artistas españoles residentes en México, como la película Sierra Morena (1945) del onubense Francisco Elías, donde también aparecía la actriz malagueña Paquita de Ronda (1926-2009). Ana Durán tuvo además la oportunidad de colaborar en otros dos rodajes de intenso sabor español como fueron Pepita Jiménez (1946) y Los siete niños de Écija (1947). En esta última participó el actor sevillano Florencio Castelló, amigo de su madre y quien le ayudó a la hora de conseguir esos trabajos. Ya como pareja artística (Anita y Manolo se llamaron), actuaron en México con grandes figuras del flamenco como Manolo Caracol, Sabicas, Luisa Ortega, Arturo Pavón, o con Lola Flores en Cuba, por no mencionar sus actuaciones en Estados Unidos o sus colaboraciones con el cómico Gila. Paralelamente a su labor como bailaora, Ana desarrolló su faceta como actriz cómica, que en ocasiones aprovechó en estampas flamencas y en sketches que le valieron elogiosos comentarios de la crítica. Además en 1961, Ana grabó el programa de televisión España es así, donde también intervenía Manuel, y en el que ella presentaba diversas costumbres españolas, conjugadas con chistes. Entre otros muchos lugares, triunfaron en el mítico club nocturno de la capital azteca El Patio. Allí se ofrecían cenas y diversos tipos de espectáculos. A sus tablas subieron Maurice Chevalier, Sara Montiel, Miguel de Molina o Raphael. El Patio contaba con dos orquestas que se turnaban gracias a un círculo giratorio y con una pista de show que tenía la particularidad de salir automáticamente de debajo de la orquesta. Realmente, a esta pareja de andaluces no les faltó el trabajo. Arjona fue maestro de baile en el Centro Asturiano de México, al tiempo que actuaba con su mujer en distintos locales o se encargaba de la dirección artística de otros. Igualmente, junto con Anita, crearon un método denominado Aprenda a tocar castañuelas, que se podía encontrar en discos de vinilo tanto en español como en inglés. Anita y Manuel representan una parte de esa otra Andalucía, emigrante, que en su infancia y primera juventud mamó los horrores de la guerra y aprendió a sobreponerse y a madurar a marchas forzadas. Con ellos aún tenemos una deuda de recuerdo y gratitud.  

  • 1