Economía

Restaurantes sin tenedor

El sector afirma que en Sevilla apenas quedan grandes restaurantes de mesa y mantel por el impacto de la crisis. Sólo sobreviven los que pasaron del plato a la tapa y del sevillano al turista.

el 24 nov 2014 / 12:02 h.

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El restaurante Almutamid se convirtió en Burger King en la Gran Plaza, que también ha perdido a El Toboso; en la calle San Fernando cerró San Fernando 27; Sabina en Dos de Mayo, Marea Grande junto a la Buhaira, Infanta fue traspasado en Arfe… La crisis se ha cebado con los restaurantes de mesa y mantel, con esos que antiguamente tenían una calificación de muchos tenedores. Esos que ofrecían una alta cocina, primer plato, segundo y postre. Según gastrónomos como Fernando Huidobro, de éstos apenas quedan en Sevilla. Y los que quedan no han tenido más remedio que reconvertirse, introducir las tapas, especializarse en comidas de empresas y eventos o centrarse en el turismo. RESTAURANTE EL TOBOSO - BURGER KING Esto es lo que opina el presidente de la Asociación Empresarial de Hostelería de Sevilla y Provincia, Pedro Sánchez Cuerda, quien recuerda que la crisis afectó en un 40 por ciento a las ventas de restaurantes, cafeterías y bares, «y mucho más a los grandes restaurantes, con plantillas con mucha antigüedad, con menús más caros y muchos gastos». Y es que se abren muchos bares, «pero también cierran muchos, más que se abren aunque no lo parezca», defiende Sánchez Cuerda. Los datos lo certifican. El pasado año se abrieron en el país 42.533 establecimientos hosteleros y cerraron 45.683.  Se perdieron 3.150. «Antes se gastaban 30 o 40 euros en la cena del viernes, ahora los sevillanos se van de tapas por 15 euros. Se han recortado gastos, pero manteniendo el estilo de vida, así que el sector se ha adaptado a la nueva demanda y la tapa es la que triunfa», explica Sánchez Cuerda tras subrayar que el margen de beneficio de estos negocios se ha estrechado «bastante». El Asador de Aranda lleva 17 años en Luis Montoto, en Nervión. / JOSÉ LUIS MONTERO El Asador de Aranda lleva 17 años en Luis Montoto, en Nervión. / JOSÉ LUIS MONTERO José Luis Camarero, secretario de la Asociación de Hosteleros de Sevilla, asegura que los grandes restaurantes se pueden contar «con los dedos de una mano». Incluso hay establecimientos que han tenido que poner en marcha fórmulas para «que el cliente le pierda en miedo a sentarse en la mesa». ¿Y quién sobrevive?  Enrique Rubio, gerente de Asador de Aranda, en Luis Montoto, asegura que llevan 17 años abiertos (tras los diez años del Asador de Burgos) porque ofrecen una comida muy especializada. «El que sabe que quiere comer cochinillo o cordero viene aquí». Sus clientes entre semana son, sobre todo, empresarios y turistas, mientras que los fines de semana son «para las familias». «Si estuviéramos en el Centro tendríamos más turistas, pero no nos va mal en Nervión, la ubicación no es un problema», recalca este profesional. Restaurantes como Robles, San Marcos, Oriza, Sevilla Bahía, El Cairo, Salvador Rojo, Modesto, Miguel Ángel  o Becerrita son algunos de los que sobreviven, si bien reconvirtiendo su cocina al mundo de la tapa, como es el caso de la de Enrique Becerra, o ligando su oferta a la de un  hotel, como Egaña con el hotel EME (del que se fue Berasategui) o el nuevo Ena en el Alfonso XIII, con una carta de tapas y platos para compartir. Eso sí, siempre hay excepciones y nostálgicos. Víctor Gamero abrió Malandanza en el Aljarafe recuperando el estilo «de los grandes restaurantes de antes».

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