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Resucitando a Pedro de Campaña

El retablo de la catedral del arrabal está siendo minuciosamente restaurado, que ya le hacía falta. A saber: su arquitectura, entre andamios y mascarillas; y sus 15 tablas renacentistas de Pedro de Campaña, en la sede del Instituto de Patrimonio.

el 16 sep 2009 / 02:53 h.

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FELIPE VILLEGAS / MULTIMEDIA: PACO TORRES

Huele a formol, a disolvente, a resina. No, no estamos en el cuartel general del CSI ni en el Anatómico Forense, sino en el Instituto Andaluz del Patrimonio, el hospital de las obras de arte. Sus técnicos nos dan la bienvenida a un paseo singular por el mejor Renacimiento hecho pintura: "Aquí lo tienen, Pedro de Campaña en estado puro. Estamos disfrutando sanando sus males".

Batas blancas, camillas, instrumental de precisión, lupas retroiluminadas, diagnósticos clínicos, radiografías donde se avistan clavos y fisuras, más bien grietas. Se descorre un portón ignífugo y todo eso salta a la vista. Y al olfato, lo dicho: como en un quirófano. Un macroquirófano donde el patrimonio aquejado por la edad, los repintes, la suciedad, el humo de las velas, el abuso de barnices, los apaños seculares, los insaciables xilófagos y hasta la devoción en exceso se concita en aras de que los cirujanos del instituto le devuelvan su lustre y grandeza, enfocando lo que estaba velado, aclarando lo oscurecido, consolidando lo que estaba fracturado. Y de paso, con toda esa operación, le dan a sus grandísimos autores las gracias por habernos legado unas obras de tanta categoría.

Pieter Kempeneer, más conocido como Pedro de Campaña (1503-1579), es el centro de atención desde hace unos meses en La Cartuja. Los técnicos del instituto suelen estar empachados de trastear en obras de primera fila, la mayoría barrocas porque es lo que más abunda, y muy bueno, en Andalucía.

Pero de ese otro periodo glorioso, el renacentista, suelen gozar de menos oportunidades. Y si hablamos de un pata negra... El natural de Bruselas dejó el pabellón bien alto. Llegó a Sevilla en 1537 y despuntó bien pronto porque lo que se estilaba por estos lares seguían anclado en los cánones góticos. Su soplo de aire fresco cristalizó en una cascada de encargos y en la envidia de sus colegas.

Uno de esos encargos le llevó a pintar 16 tablas para el retablo mayor de la Catedral de Triana, la parroquia de Santa Ana. "No ponga 16, aunque fuese más que probable; la realidad es que hoy día sólo nos quedan 15, porque en el siglo XVIII, cuando se remodela el retablo para hacerle sitio en el centro a la Santa Ana, la Virgen y el Niño, hubo probablemente que sacrificar una tabla, de la que no sabemos nada". El matiz lo planta Rocío Magdaleno, responsable del proyecto de restauración del referido retablo, una joya en la que Pedro de Campaña escenificó, a modo de storyboard fílmico en estilo flamenco, la vida y milagros de la Virgen y su madre, Santa Ana.

urgía restaurar. Parafraseando aquel conocido anuncio de Brummel, el de la colonia, en las distancias cortas es donde las tablas de Pedro de Campaña subyugan al espectador. Sólo que la contemplación de tú a tú sólo es posible en ocasiones como ésta en las que su deplorable estado de conservación -así llevaba años- han dado con estas tablas en el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH), reputado organismo dependiente de la Consejería de Cultura.

En su emplazamiento habitual -por cierto, otro equipo de restauradores está abordando in situ la restauración de toda la arquitectura del retablo, habida cuenta de que desmontarlo pieza a pieza habría sido laboriosísimo y costosísimo-, la visión de las pinturas de Pedro de Campaña pierde ante la mole de pan de oro en que se inscribe, casi relegándola a un segundo plano; pero así, casi acariciándolas en el taller de restauración, es donde cada pincelada del artista flamenco explica el porqué de su valía.

Valía en la que han reparado eruditos como Enrique Valdivieso, reconocido catedrático de Historia del Arte de la Hispalense que, por cierto, se desgañitó "¡durante dos años!" hasta ayudar a conseguir que "una obra esencial del Renacimiento español como ésta dejara de estar en un estado tan deplorable, ¡porque era de urgente necesidad su restauración!", refiere siempre vehemente, como le sale de suyo. Y apostilla: "Cite también a Joaquín Moeckel... Si no llega a ser por él la sociedad civil no se habría movido". Citado queda.

Pues bien, en esto de resucitar a Pedro de Campaña a través de la devolución de todo su esplendor a sus lucidas tablas marianas se está. Y, de paso, en hacer lo propio con el grupo escultórico de seis apóstoles que tallara otro artista, Pedro Delgado, y con el conjunto de la Santa Ana, la Virgen y el Niño Jesús.

y la mano de la abuela. Si algo a lo que el trianero de pro le tiene devoción es a su señá Santa Ana. Y estará echando de menos su presencia en la iglesia. Ha de saber que está en buenas manos. Si en este reportaje no aparecen fotográficamente es precisamente por respeto a sus feligreses, dado que las tallas están, por así decirlo, en paños menores. "En origen formaban las tres imágenes parte de la misma escultura -cuenta la restauradora-, pero en el siglo XVIII se decidió fraccionarlas, dando lugar a las tres actuales, si bien el Niño Jesús original se perdió, por lo que no es el original".

En puridad, resulta que la madre y la propia Virgen son las dos piezas más antiguas del lugar, coetáneas a la propia parroquia, porque datan del siglo XIII. "Sólo que han sido muy restauradas y sus encarnaduras no son las originales", se aduce. Aun así, no pierden ese halo gótico, algo hierático y con mueca sonriente, que las emparenta con la Virgen de los Reyes. En el laborioso proceso de restauración, este grupo escultórico será el último en pasar por el quirófano. Lo hará con todos los avíos, incluida la célebra mano de la señá Santa Ana, la misma que, como es costumbre en el arrabal, es prestada por el párroco a las vecinas que demandan un favor especial de su abuela más entrañable.

En poco menos de año y medio, el legado de Pedro de Campaña en Triana regresará renacido, resucitado tras cinco siglos de historia, para solaz de cuantos se acerquen entonces a la catedral del arrabal.

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