Cultura

Rocío Molina y Arcángel encandilan a Iñaki Gabilondo

El periodista Iñaki Gabilondo visitó la noche del sábado la localidad de Las Cabezas para recibir la Yerbabuena de Plata que cada verano entrega el Consistorio. La ocasión se remató con dos actuaciones de excepción: la de la bailaora Rocío Molina, un portento sobre el escenario; y la de Arcángel, que cantó para sacarle a hombros.

el 16 sep 2009 / 05:16 h.

No hacía ni frío ni calor y corría el viento justo para que se movieran los dorados cabellos de María Esperanza Sánchez y achicharrara menos el caldito del puchero que nos dieron en el descanso. El néctar de cocido sevillano estaba que resucitaba a los muertos. Cuando el sol se echó por la marisma, entró Iñaki Gabilondo en el pueblo y fue atendido en el Ayuntamiento por el alcalde, Paco Toajas, lo usual con los que reciben la Yerbabuena de Plata.

Acompañaban al homenajeado de este año el pintor local Juan Brito, el periodista Joaquín Petit y María Esperanza, la hermana sevillana de Iñaki. El gran periodista vasco estaba feliz, pero con el pájaro de la seriedad posado en la cara, porque en esto de los homenajes nunca se sabe lo que puede ocurrir. Sólo cuando empezó el festival vimos cómo se relajaba.

Se le notaba el hambre de flamenco, las ganas de sentir en la piel el torniscón de lo jondo que le enseñaron Mairena, Chocolate y Naranjito de Triana cuando dirigía 'Radio Sevilla' y disfrutaba de aquella famosa Tertulia Flamenca comandada por Rafael Belmonte, el hermano del Pasmo de Triana.

Mientras cantaba el aficionado local Manolito Cordero, con la guitarra del Niño del Fraile, seguía el compás con los nudillos en su muslo derecho. Ni adivinaba la noche que le esperaba, porque después del buen hacer de Cordero, la brisa nos trajo a la bailaora malagueña Rocío Molina, el último prodigio del baile.

Ataviada primero con un traje de chaqueta de piel marrón y botas altas, para el taranto; luego con pantalón corto y camiseta blanca y un ajustado vestido negro para la bulería por soleá, encandiló al homenajeado y a todos los que llenaban la plaza del Santísimo Cristo de la Vera Cruz.

Rocío ofreció una lección magistral en los tres bailes, con una pose distinta para cada tercio de cante, para cada falseta de la guitarra, siempre mandando con sabiduría en el cuadro, de calidad sobresaliente. Esta mujer reinventa el baile cada vez que sale a un escenario.

La emoción estaba a flor de piel cuando se procedió al homenaje a Gabilondo. Hizo el ofrecimiento María Esperanza Sánchez dando un discurso hermoso, sentido, y confesando que hay dos cosas que le encantan, "estar con Iñaki y hablar de Iñaki". No cabe duda de que tocó la fibra sensitiva del homenajeado, quien también ofreció un discurso que habría que grabar en un cedé para que reine el buen talante en el flamenco y en Andalucía en general.

Habló de 'Radio Sevilla' y de su relación con los artistas de la citada tertulia flamenca. "Entonces, artistas como Mairena y Naranjito hablaban de que había que dignificar el flamenco; ahora que ya es muy digno, es el momento de darles libertad a los artistas para que creen", dijo.

También habló de Las Cabezas y de la necesidad de que tenga el protagonismo que merece en el bicentenario de la Constitución de Cádiz, en 2012. Dejó a todos hipnotizados con esa voz que Manuel Curao, el mantenedor de la noche, destacó diciendo que si fuera de él "cobraría hasta por dar los buenos días".

El aire de la marisma, un tanto fresco a esas horas de la madrugada, comenzaba a agudizar el ingenio de todos. Quedaba el plato fuerte, la actuación de Arcángel.

Iñaki manifestó su interés por saber si era verdad lo que se dice de este nuevo fenómeno. El cantaor lo sabía y le dijo a su guitarrista, Miguel Ángel Cortés, que le tocara como nunca. Le puso a su guitarra las cuerdas de almíbar que guarda para estas ocasiones, le tocó de ensueño y Arcángel cantó para sacarlo a hombros del pueblo cubierto de yerbabuena y bañado en manzanilla de Sanlúcar de Barrameda.

Bordó en oro fino la caña, con decenas de arabescos y tonalidades personales; se fajó con los estilos mineros, cuajando una taranta que hubiera puesto nervioso a Marchena; sonó a gloria por seguiriyas, acabándolas con un cambio de Santiago y Santa Ana espectacular y originalísimo; derrochó buen gusto en los tangos y las alegrías y, como remate, encandiló por fandangos de su tierra y una tanda de naturales ya de pie, como hacían los antiguos.

Naturalmente, el homenajeado se puso de pie y tras él todo el público. Incluso se quedó vacío el reservado del ambigú, algo que sólo puede lograr un cantaor de la calidad y el carisma de Arcángel. Iñaki Gabilondo tenía los ojos tan brillantes que daban ganas de darle un pañuelo de lunares. La noche fue mágica para él y para todos nosotros.

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