Cultura

Romanticismo versus capitalismo

Obra: Torvaldo Furioso. Lugar: Patio CICUS, 15 y 16 de julio. Producción: El Óbolo. Autor: Lucía Vilanova. Dirección: Lino Ferreira. Espacio escénico: Victor Molero. Iluminación: Pedro Yagüe. Vestuario: Nuria Martínez. Intérpretes: Julio Cortázar e Inma Nieto. Calificación: ***

el 17 jul 2011 / 19:56 h.

En su lucha contra el imperio de la razón ilustrada, el Romanticismo se empeñó en reivindicar los ideales caballerescos del teatro del medievo. De la misma manera, esta obra, que hemos podido disfrutar en nuestra ciudad gracias a la labor del CICUS, confronta dichos ideales con la mezquindad imperante en nuestra sociedad contemporánea donde la valentía, el honor y la caballerosidad han cedido ante la competitividad, la individualidad, la ambición, la cobardía y el miedo.

Lucía Vilanova se inspira en el poema medieval de Ariosto Orlando Furioso que, curiosamente, también es la fuente de inspiración del último espectáculo de la compañía italiana que actúo la pasada semana en el Teatro Romano.

Suele ocurrir, la obra de arte, aun surgiendo de un ejercicio de creación individual, forma parte de la realidad social del artista, una realidad que ahora está marcada una sociedad que sitúa al status social por encima de cualquier rasgo de nobleza. De ahí la necesidad de reivindicar los ideales medievales y románticos.

Para ello la autora elabora una dramaturgia tan compleja como interesante en la que los personajes, marido y mujer, registran una evolución que los lleva a un curioso intercambio de papeles. Así, aunque al principio la esposa es el modelo de la sumisión, a lo largo de la obra acabará mostrándose como una superviviente cruel y manipuladora que se ceba con la personalidad acomplejada y cobarde de su marido. Mediante la confrontación de ambas debilidades, la autora denuncia con habilidad los déficits de nuestro mundo globalizado aunque, en ese sentido, debemos reconocer que el texto resulta un tanto ambicioso y pretende abarcar aspectos que, como el caso de los malos tratos, no acaban de integrarse en el relato.

La puesta en escena consigue mantener la atención del espectador resaltando la tensión apuntada en la dramaturgia. Para ello pone el entramado formal al servicio de la labor actoral que, por desgracia, resulta un tanto desigual. No obstante, cabe destacar la actuación de Inma Nieto quien aborda su personaje con una interpretación rica en matices.

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