Rosa Regás fue la encargada de inaugurar ayer el ciclo Letras capitales de la Biblioteca Infanta Elena, que celebra estos días su 50 cumpleaños. La escritora catalana adelantó en primicia algunos de los textos en los que trabaja actualmente.
Son cuatro los libros que Regás, a la sazón editora, traductora y ex directora de la Biblioteca Nacional, tiene en su cocina de escritora desde hace unos ocho años, y los cuatro muy diferentes. Uno es la historia de una pareja de origen muy diverso, "ella hija de padres republicanos y él de burgueses catalanes que se pasaron al fascismo y poco a poco se acabaron volviendo nacionalistas", explicó con una sonrisa.
Otro, éste con título confesable -Adiós a mis muertos- comenzó siendo, según dijo, "un cuento que escribí cuando tenía reciente la desaparición de Carlos Barral, Jaime Gil de Biedma y Gabriel Ferrater, que murieron sin saber que yo era escritora", explicó. "Luego murieron García Hortelano, Juan Benet, y los fui añadiendo a la dedicatoria. Fui sumando pequeños textos sobre cada uno de mis amigos muertos, contando qué me había aportado cada uno, y la lista ha llegado hasta los 200 y pico. Salen muchísimas páginas".
Un proyecto más sería, en palabras de la autora, "la continuación de mi novela Luna lunera, donde contaba la historia de cuatro niños con una infancia un poco dickensiana. Ahora me centraría en la historia del hijo mayor".
Por último, Asesinato en la Biblioteca Nacional fue el adelanto que, por razones obvias, mayor atención suscitó entre el auditorio. Su intención era contar en clave de humor o ironía todo lo que ocurrió con los mapas robados -"un montaje en el que cayó de bruces todo el mundo"- y el subsiguiente choque con el ministro César Antonio Molina, aunque admite que algunos pasajes le han salido teñidos de rabia o de amargura.
Entre lectura y lectura, Regás fue desvelando algunos secretos de su oficio: "De pronto, hay algo que se desgaja de ti y se convierte en inspiración. Pero no es un halo que te ilumina, sino un estado de ánimo, una obsesión que te hace sentir que lo que estamos escribiendo es más importante que todo lo demás", contó.
"Para mí la escritura es un esfuerzo de interiorización. Todo lo que hemos vivido está en un agujero negro y el escritor sabe extraerlo. Creemos que inventamos pero no inventamos nada: todo está ahí dentro", agregó.
De nada sirven, afirma, los trucos: "La experiencia no te sirve de nada para escribir la próxima novela. Intentamos crear un mundo autónomo pero para ello buscamos sin cesar. Hacerlo es un placer inigualable, que sólo se repite cuando lees. Leer cansa, como cualquier acto de creación".