Qué coche era, quiénes iban en él? Padres y madres desesperados, al borde del pánico, pedían respuestas, confirmar datos, sobre la tragedia que acababa de ocurrir. Eran las tres de la madrugada y cuatro jóvenes de Brenes morían en un choque frontal. Las familias, cuyos hijos aún no habían regresado a casa, sabían que a cualquiera de ellas podía haberles tocado ser las víctimas de la ruleta rusa en la que se ha convertido, para la juventud, nuestras carreteras en los días de fiesta. Ese juego absurdo y letal atrapa a chicos y chicas que parecían tener toda la vida por delante.
Sin conocer aún los detalles de este accidente, a la espera de la investigación en curso, es preciso avanzar en la reflexión general. Los jóvenes, conduciendo, sean causantes o no de los accidentes, siempre son víctimas de los mismos. Exceptuando casos de irresponsabilidad clara y alevosa, en la mayoría de los casos lo que hay es inconsciencia. En el camino hacia la madurez asumen retos, riesgos o imprudencias intrínsecos a su edad. Pero, en este asunto, dada la peligrosidad potencial de los vehículos, hay unas consecuencias gravísimas, desproporcionadas, para ellos y para terceros. Hay temeridad, de la que no suelen ser conscientes, y no sabemos prevenir. Me consta que el Defensor del Pueblo Andaluz, mediador indiscutible, promueve debates discretos, sin partidismos o personalismos, para afrontar conflictos sociales. Quizás deba convocar a padres, jóvenes, expertos e instituciones, para hacer autocrítica y buscar soluciones. Ya hay demasiado luto por accidentes que, casi siempre, eran evitables.
