Cofradías

Y al séptimo día... escampó

Epílogo brillante de la Semana Santa con una jornada sin sobresaltos a causa del agua. Las cinco cofradías completaron sus estaciones en un Sábado Santo que tuvo como prólogo matutino los traslados de los Gitanos y la Esperanza de Triana.

el 30 mar 2013 / 22:00 h.

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  El Santo Entierro en la Campana. / J. M. Paisano (Atese) El Santo Entierro en la Campana. / J. M. Paisano (Atese) (Las imágenes del Sábado Santo) Hubo que esperar hasta las postrimerías de la Semana Santa para disfrutar al fin de una jornada plena de luz y bañada, al menos durante las primeras horas de la tarde, por el sol y ese colorido único que el astro rey imprime a las estampas pasionistas. El Sábado Santo no sólo fue el único día de los siete que escapó a las fauces del agua –en todos los demás la lluvia hizo acto de presencia en mayor o menor medida– sino que además la recién estrenada primavera regaló una jornada de agradables temperaturas, lo que posibilitó que las cinco cofradías del día se echaran a la calle sin necesidad de estar muy pendientes del cielo, asumiendo ese ínfimo riesgo del 10% de lluvias aisladas hasta las 23.00 horas que preconizaban los pronósticos. Todas ellas se vieron arropadas por un gran gentío a lo largo de sus recorridos, prueba de las ganas de cofradías con que se han quedado los sevillanos tras otro año, y van tres, muy castigado por la pesadilla del agua. Por cuarto año consecutivo el telón de este Sábado Santo se descorría en el barrio del Plantinar. A la hora en que los nazarenos de ruán verde ponían rumbo a la Campana, ni los Gitanos ni la Esperanza de Triana habían completado los traslados matutinos de regreso a sus templos que, aun desprovistos de acompañamiento musical, se vieron rodeados del fervor y la devoción de miles de fieles, convirtiendo unos simples traslados en jornadas festivas tanto en la calle Pureza como en la Puerta de Carmona. Un total de 131 nazarenos acompañaban, a su paso por la Campana, a los dos pasos del Sol, una corporación a la que le está costando estirar sus filas nazarenas. La benjamina de la nómina sigue acentuando ese sello de cofradía singular, diferente, con detalles como el de los incensarios con dalmáticas delante de su Cruz de Guía, titular de la hermandad. Rosas rojas muy abiertas y monte naturalista adornaban el paso del Varón de Dolores, al que acompañan los músicos del Sol, esta vez tampoco, sin plumas en sus bruñidos cascos. Exornado con orquídeas y alhelíes, el paso de la Sacra Conversación se acompaña musicalmente de un repertorio muy sobrio y a veces desconocido. La tarde se torna gris y ventosa cuando la cofradía servita se adentra en la Carrera Oficial. Relucen los oros rocallas del nuevo manto y la nueva saya de la Virgen de los Dolores del misterio proveniente de la plaza de San Marcos. Salida del lápiz de Antonio Dubé de Luque, la servita es una cofradía para admirarla de principio a fin y recrearse en su melancólica estética de Sábado Santo, desde las enlutadas túnicas de sus nazarenos, con el antifaz cortado al verduguillo, hasta las rosas achampanadas del paso de la Virgen de la Soledad, que más que efímeros adornos de un día, parecen formar parte del ajuar permanente de este elegante palio de cajón. El reluciente Sábado Santo de las primeras horas pierde su aplelativo cuando el último aliento de barrio de la Semana Santa, la cofradía de la Trinidad, se adentra en la Carrera Oficial. Más suavizado en sus andares que de costumbre, el misterio alegórico del Sagrado Decreto se desata en la Campana a los sones de la marcha de Cigarreras que lleva su nombre, desplegando una trabajada coreografía de cambios, pasos y movimientos. Completado su trabajo de talla, luciendo aún en madera, el trasaltántico de las Cinco Llagas se levanta en el palquillo de la Campana por la madre de los capataces Villanueva, fallecida hace unos días. Una representación de nazarenos de San José Obrero se integra en la comitiva del último de los pasos. Suena Pasan los Campanilleros para la Esperanza postrera de la Semana Santa, recibida como es costumbre en la Carrera Oficial con una gigantesca, aunque más breve, lluvia de pétalos. Desde la calle Alfonso XII se adentra en la Campana el cortejo cargado de simbolismo por excelencia. Apenas 21 nazarenos con cirios anteceden al paso de la Canina, en cuyo exorno más de uno echa de menos la presencia de las hojas de yedra. Llega la hora de contar representaciones. De vísperas faltan la Corona, Padre Pío y San José Obrero. Del Domingo, sólo el Amor. Santa Marta, Vera-Cruz, Las Penas y El Museo no procesionan de las del Lunes. Y Los Javieres, Estudiantes y Candelaria, del Martes. Del Miércoles se echan en falta El Carmen, San Bernardo, La Lanzada y Cristo de Burgos. Quinta Angustia y Pasión faltan del Jueves, mientras que de la Madrugá sólo aportan representaciones la Macarena y Los Gitanos. El recuento finaliza con las ausencias de La O y Montserrat en el Viernes. Variadas en su número, las representaciones oscilan entre los tres nazarenos que aporta La Cena a la veintena de integrantes de la embajada del Cerro del Águila. Carlos Bourrellier se estrena como presidente del Consejo en esta cohorte de representaciones civiles, militares y religiosas que nutren el cortejo del Santo Entierro. Lirios para el paso del Cristo Yacente, al que dan escolta una cohorte de quince romanos de estética historicista. Aunque mucho se había dudado de su concurso, los integrantes de la Banda Municipal ponen banda sonora al andar apresurado del paso de la Urna. Suena Amarguras en la Campana para el paso del Duelo y la ciudad parece introducirse en un bucle melancólico que, casi sin querer, le traslada a un Domingo de Ramos o a las puertas de Santa Marina, cuando la Aurora pone el epílogo a siete días de Pasión. El viento mece el sudario de la Soledad y un escalofrío recorre la espina dorsal del sevillano. Suena, antigua, la saeta de Jesús Heredia en la Campana: “De la Pasión dolorosa/ y de tu divino Jesús/ sólo te quedan tres cosas/ tu Soledad y esa cruz/ y esas espinas sin rosas./ Qué guapa vas Mare Mía/ con tu pena y tu quebranto/ Sevilla te va rezando/ la noche del Viernes Santo”. Suena la voz de los Ariza. La estela dorada del paso de la Soledad se pierde por Sierpes. El acompañamiento del preste y cinco nazarenos con palermos cierran el cortejo de la melancolía. A falta de que el Señor Resucitado bendiga las calles de Sevilla, la Semana Santa del año 13, aunque algo mejor que la de los últimos dos años, vuelve a arrojar un balance ciertamente desolador: sólo 32 de 59 cofradías pudieron alcanzar la Catedral y completar su estación, y en algún caso, con más de un sobresalto. Hoy ya sólo quedan 378 días para el Domingo de Ramos.

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