Cultura

Sabina: el retiro puede esperar

Joaquín Sabina abarrota Fibes con un concierto aplaudido de principio a fin en el que interpretó sus éxitos de siempre junto a temas más discretos y hasta versiones.

el 10 mar 2015 / 00:29 h.

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LOCAL 14-15 Joaquín Sabina, anoche en FIBES. Foto Manuel Gómez.   El viejo adagio asegura que un músico solo se jubila cuando pierde el favor del público. Joaquín Sabina, excepcional en tantas cosas, quiere ser también aquí excepción. Artista en lenta y prematura retirada, anoche fue recibido y despedido en pie en un auditorio Fibes donde no cabía una aguja, y donde el aguacero de aplausos que caía sobre su sombrero no amainó en ningún momento. Sí, puede que su voz bordee por momentos los acantilados de la tragedia, que sus fuerzas no sean las de antaño; y en la mente de todos está la pájara de Madrid que le impidió acabar un concierto. Pero sigue siendo uno de esos ídolos que llenan el escenario con una sonrisa, y allí donde no alcanza el trino se luce el carisma y la emoción. Además, esa banda fiel, solvente y que ayer sonó de dulce actúa como seguro de vida. ¿Quién tiene prisa por irse así? La melodía de Lilí Marlene lo recibió sobre las tablas, y comenzó a desgranar un repertorio articulado sobre el disco 19 días y 500 noches (1999), el álbum «del año que cumplí 50, me desenamoré, me volví a enamorar, dije chao a los bares de la noche...». El año que empezó a hacer los dibujos que se proyectaron a lo largo de todo el recital en una pantalla gigante, tal vez también el que marcó el último punto de inflexión en la carrera del de Úbeda. La primera hora larga de concierto fue una apuesta por composiciones como Ahora que, Barbie Superstar, Una canción para la Magdalena o Donde habite el olvido, que no llegaron a ser grandes pelotazos pero merecen su hueco en el setlist como si lo hubieran sido. Incluso se consiente Sabina una versión de Bob Dylan y otra de Francesco De Gregori, y deja que Jaime Asúa o Pancho Varona se canten algunos temas para darse una tregua. Sabe que la gente lo escucharía hasta cantando la Lotería, y él agradece esta entrega dándole respeto, no carnaza para el aplauso fácil; le da música, buena música, no estribillos para corear. Quienes quisieran lo de siempre y solo lo de siempre, paciencia. Cae Más de cien motivos, el primer premio a esa grata espera, y Fibes se viene arriba. Noches de boda y Y nos dieron las diez pone de nuevo el auditorio en pie aplaudiendo por bulerías. Otro alivio del cantante en la banda, “que canta mejor que yo aunque cobren menos” -incluida ovacionadísima versión de Y sin embargo te quiero- antes de la hora de la verdad, la culminación con Y sin embargo, una de las ocho o diez mejores canciones de nuestro idioma en opinión de este periodista y de algún espectador más; Princesa, inmarchitable después de tantos años; Contigo, otra divisa que no desentonaría en el citado top ten... Resumamos, en fin: dos horas y media de canciones, es decir, de calor, de consuelo, de felicidad. Hay tres cosas que nadie quiere creerse: la muerte de los seres queridos, el final del amor y la retirada de los ídolos. A todos los querríamos siempre ahí, llenando de belleza nuestros oídos, nuestras pupilas, nuestros días y nuestras noches. Por suerte, todavía habrá muchas ocasiones de ver a Joaquín Sabina en escena. Sin ir más lejos, hay una mañana, de nuevo en Fibes. ¿Vamos?

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