Cultura

Sabina los hizo suyos

El cantautor se metió en el bolsillo a 8.000 espectadores en el Auditorio

el 11 sep 2010 / 22:36 h.

Joaquín Sabina fue a por todas nada más salir a escena.
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 "¡Buenas noches, Sevilla!" Con este saludo, y la subsiguiente ovación, tendría que haber quedado zanjada una de las polémicas más bobas y artificiales que se recuerdan: el supuesto ultraje que Joaquín Sabina infirió a los sevillanos al decir que eran "muy suyos" durante un concierto en Huelva. También tendría que haber bastado el lleno casi completo de anoche en el Auditorio Rocío Jurado -8.000 personas-, pero no. El cantante cedió a la tentación de pedir disculpas, primero recitando una bulería -"Me tengo que decidir/ entre Sevilla y Triana..."-, luego argüyendo peregrinas explicaciones -"mi madre era de Huelva, así que estoy justificado... No se irán a meter con mi mamá, ¿verdad?"-, a continuación mediante la adulación -"Sevilla es una dama muy hermosa y muy difícil de conquistar"-, el entusiasmo -"¡estamos empeñados en dar hoy el mejor concierto de la gira!"- o la ironía -"¿Sabéis por qué nos critican a los sevillanos en Huelva y Cádiz? Porque nos tienen envidia".

No se merecía Sabina eso. Ni los aficionados sensatos, al filo del bochorno. Y por suerte, tamaño absurdo fue enterrado en seguida bajo una montaña de buenas canciones, que era lo que el personal había venido a escuchar. Tras las notas de Y nos dieron las diez a ritmo de vals, empezó calentando el de Úbeda la voz aguardentosa -pero más personal, más auténtica que nunca- con dos éxitos recientes, Tiramisú de limón y Viudita de Clicqout, para saltar casi sin transición al ritmo contagioso de Ganas de..., que era lo que había a espuertas en el recinto: ganas de saltar, de corear, de olvidarse de las miserias cotidianas y de la crisis, y también de recordar lo que fuimos hace diez, quince, veinte años.

A ello contribuyeron himnos del sabinismo como Medias negras, Aves de paso o Peor para el sol, seguidas de cabo a rabo por el respetable. A esas alturas ya quedaba claro que, si bien esta gira es menos aparatosa desde el punto de vista escenográfico que otras anteriores del artista, en lo que no se escatima es en música: desde los potentes coros a la sección rítmica del gran Pedro Barceló, pasando por ese fiel escudero que es Antonio García de Diego a la guitarra, no se puede decir que las de Sabina sean malas compañías.

Un guiño a Chavela Vargas - "los dos hemos sido muy borrachos, muy mujeriegos y los dos estamos muy acabados", bromeó - con Por el boulevar de los sueños rotos, otro al enemigo íntimo Fito Páez -Llueve sobre mojado, con Jaime Asúa haciendo del argentino- siguieron desgranando un repertorio muy serio y enjundioso, a ratos canalla y a ratos emocionante, del que sólo puede presumir un músico con mucho arte, muchos discos y mucha carretera a sus espaldas. Así, a golpe de buenas canciones, es como se firma el fin de todas las hostilidades y la abolición de todas las majaderías. Así fue como el viejo Joaquín Sabina logró anoche que los sevillanos fueran muy suyos. De él.

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