Local

Saharalandia

Los últimos días de los niños saharauis en Sevilla se llenan de fiestas y preparativos. Se acaban dos meses vividos por ellos como una película de Disney: mañana comienza el regreso al desierto

el 16 ago 2010 / 19:26 h.

TAGS:

Blancanieves está cantando bajo un puente. Es el pequeño y coqueto salón de actos de la asociación vecinal La Moneda, que los amigos de los saharauis y el grupo de animación Gan han transformado para la ocasión en un teatrillo a medio camino entre Broadway y Dos Hermanas, por el que desfilan los personajes más célebres de la casa Disney. Un centenar de niños y adultos colman con creces el aforo de esta fiesta repleta de decibelios y ropajes de princesa tras cuya máscara gozosa no termina de ocultarse el ánimo envisperado de las más tristes despedidas: a partir de mañana, estos cincuenta chiquillos acogidos en familias nazarenas, junto con el resto de los 524 venidos a Sevilla en el programa Vacaciones en Paz, emprenderán el camino de vuelta al desierto. El dorado carruaje que los ha estado paseando por un mundo de fantasía en estos dos últimos meses volverá a convertirse en la calabaza que era, y del mágico ensueño sólo quedará un cierto aroma a final feliz, aunque no del todo. Mientras, ante el sordo murmullo de una cascada de lágrimas tragadas, la dulce niña canta: Un día encantador/mi príncipe vendrá/y dichosa en sus brazos iré/a un castillo hechizado de amor.


Los chiquillos juegan a pelearse entre los asientos, en su papel de brutotes testosterosos y desdeñosos con lo cursi, mientras ellas, atentas a los vaivenes almidonados del ropaje de Blancanieves y al lindo decorado de flores, asisten al espectáculo de reconocerse en sus palabras. Muchas de ellas, más cercanas ya a mujercitas que a niñas, se han pasado el verano soñando con galanes en el parque, la playa y la piscina. Hace tres meses, en los campamentos, cualquiera las habría descrito por su aspecto como un puñado de niñas pobres sin otro cometido que correr descalzas por los pedregales con los pelos revueltos, las comisuras llenas de chocolate malo y gastados chándals de mercadillo. Pero ayer, el esplendor de las princesas de cuento palidecía frente a la belleza y la pulcritud de estas jovencitas. Y los poemas del cine, esta vez con la Sirenita, insistían en ser algo más que meras canciones: Que tengo aquí, que lindo es/es un tesoro que descubrí./Es muy simple decir/que no hay mas que pedir,/que lo que ves a tu alrededor,/tanta abundancia, tanto esplendor,/Me hace pensar que yo no necesito mas.

Los raídos moñicles de ir a la escuela en los campamentos de refugiados de Argelia eran ayer lazos de seda en el pelo lustroso y peinado que olía a jabón y a mascarilla. La piel, hasta hace poco cuarteada y cocida por el sol y la tierra de la Hamada, el lugar más árido de la Tierra, era bronce y miel bajo preciosos vestidos y abalorios. A los niños también hacía ya semanas que habían dejado de vérseles los pómulos. Ayer corrían y jugaban como los niños españoles, sólo que bien vestidos. Ellos y ellas están deseando en su mayoría volver a su hogar, con sus familias y su pasado; las lágrimas tragadas no eran suyas, sino de los gestores de esta proeza de humanidad: los amigos del pueblo saharaui en el exilio y las familias que han tenido a los niños en sus casas un año más: Antonio y Silvia (albañil y ama de casa), Manuel Jesús y Manuela (empresario y profesora), Manolo y María José (empleado de petróleos y monitora de comedor escolar), Antonio y Ana (profesores ambos), Marisol y Luis (también monitora de comedor y empresario él)..., para muchos de estos voluntarios de la solidaridad tal vez sea el último año con los pequeños a los que han visto (y hecho) crecer: al cumplir los doce, ya no vuelven a España. Sus familias los mandan a estudiar a Argelia o a Libia; nada de regresar a España. Y mucho menos, las niñas, ya en edad de liarse la melfa y ayudar a sus madres: "En el Sáhara dicen que España no es país para mujeres", dice Hasina, en su último año. Yo te quiero enseñar/un fantástico mundo,/ven Princesa y deja a tu/corazón soñar./Yo te puedo mostrar cosas maravillosas,/ven Princesa y déjate llevar a/un mundo ideal./Un mundo ideal, un mundo en el que tú y yo/podamos decidir cómo vivir sin nadie que lo impida.

Está claro que Aladín no piensa lo mismo que el adulto medio saharaui. Prosiguen las canciones en el desenlace de este hermoso cuento de verano del local de La Moneda. Antes del fin de fiesta, consistente en pollo con patatas y ketchup y posterior discoteca infantil rendida a Shakira, habrán pasado por el escenario Mary Poppins, Pocahontas, Peter Pan, la Bella y la Bestia.. y hasta Buddy el vaquero, quien se atreve con otro mensaje que estas familias sevillanas llevan meses, si no años, repitiendo con sus actos ejemplares. Actos que, como siempre, suelen ser las palabras más bellas: El tiempo pasara,/lo nuestro no morirá,/lo vas a ver es mejor saber/que hay un amigo en mí.

Hoy los reconocerá por la calle. Estarán haciendo las últimas compras para cargar las cajas de regalos que irán a ocupar las baldas vacías de esas jaimas que se desparraman por las arenas argelinas, a la espera de un sueño en forma de país. ‘Vacaciones en Paz'. Sin duda, la mejor de todas las películas de Disney.

De utilidad

Niños saharauis en Sevilla: 524.
Niños saharauis en Andalucía: 1964.
Tiempo de estancia: dos meses.
Fechas de partida: 18, 19 y 20 de agosto.
Ruta: Sevilla-Málaga (autobús), Málaga-Orán.Tinduf (avión), Tinduf-campamentos (autobús).
Duración del viaje: 2 días.
Equipajes: un equipaje de mano por cada niño y una caja de cartón para llevar los regalos (hasta 25 kilos).
Contenido habitual de las cajas: ropa, chocolate, carne (pavo y pollo), artículos de aseo personal, tomate frito (no hay en el Sáhara), pilas (las de allí son malísimas), turrón (el dulce preferido del lugar) y otros alimentos y regalos a criterio de las familias.

 

  • 1