Sevilla, tan orgullosa de sus hijos ilustres, ignora que si hoy la gimnasia es pan de cada día en los horarios escolares se debe a la aportación de un hispalense singular, EmilioSalvador López Gómez, nacido en 1852 en la plaza del Salvador, quien llegaría a ser en su tiempo uno de los grandes divulgadores de las bondades de la educación física en la salud física y mental. Ahora, un libro del profesor Alejandro Ávila Fernández titulado Moverse es vivir y publicado por la Diputación de Sevilla evoca su figura y su legado. Salvador López Gómez, pionero de la educación física en España. / Foto: El Correo «Como profesor de la escuela de Magisterio, cuando descubrí a Salvador López escribí numerosos artículos sobre él, sobre todo a partir de una visita al Museo Pedagógico Nacional, donde comprobé que en su currículum constaba que había escrito 22 libros», recuerda el autor, quien contextualiza el papel de Salvador López en la Revolución Industrial, que además de incrementar la contaminación y la explotación laboral de las grandes ciudades favoreció el sedentarismo. «En realidad, nuestro personaje no inventó nada extraordinario», explica Ávila. «Se dejó llevar por los movimientos europeos, que defendían la gimnasia higienista, toma lo que le interesa y lo aplica, y sobre todo destierra de su programa todo tipo de gimnasia acrobática, que era fuente inagotable de lesiones. También rompe con esa idea de la gimnasia a lo bestia, que prima el músculo y los golpes Por contra, apuesta por los movimientos sencillos, así como por una relación con el alumno que va más allá del hecho físico. Se trata de hacer que éste se sienta como uno más del grupo, y evita trabajar la competitividad, que tan presente estaba y está aún en el deporte», agrega. A López Gómez, según explica el estudioso, le sorprendería seguramente comprobar que hoy los gimnasios son a menudo laboratorios de estética sin más. «Él hacía mucho hincapié en la capacidad del ejercicio para prevenir enfermedades, tanto físicas como psíquicas. Estudió su efecto sobre muchos males, desde la escoliosis al baile deSan Vito, pasando por la depresión. A veces se acerca al zen, en lo que tiene de armonía y control sobre el cuerpo y la mente», dice. También alertó sobre el problema de la obesidad, en un tiempo en que casi nadie se planteaba cuestiones de dieta. «Salvador estaba muy influenciado por la Institución de Libre Enseñanza, y habla favorablemente de de la alimentación sana, de la vida al aire libre, andar, correr e incluso gritar». Tras fundar su propio Centro de Educación Física Profiláctico y Terapéutico en 1873, López Gómez publicó su primera obra, El Gimnasio. Fue director del Gimnasio Provincial de Sevilla desde 1874, su labor le valió los cargos de director honorario de los gimnasios de doce ciudades, desde Cádiz a Oporto... Hasta llegó a ser con tan solo 25 años entrenador personal de los Duques de Montpensier, que acudían regularmente a su gimnasio de la calle Orfila. «Aunque él no hacía distingos entre sus alumnos, su talento no pasó desapercibido para las clases altas. Eso sí, los duques entrenaban a puerta cerrada, fuera de la vista de la gente», recuerda. Uno de sus alumnos era hijo de un diputado liberal, que un buen día le preguntó qué se podía hacer por el apoyo a la gimnasia. «Hacerla obligatoria en las escuelas», respondió. Fue así como logró que en 1880 los diputados Manuel de Becerra y Fernando de Gabriel y Ruiz de Apodaca presentaran ante las cortes un proyecto de ley en el que se declaraba oficialmente que la gimnasia era obligatoria en las escuelas, respaldado por un informe de López Gómez y otros expertos. «A partir de ahí hubo muchos problemas, la quitaban y la ponían según quien gobernara, pero ahí estaba la base. Si la gimnasia tiene hoy el peso que tiene en España, es gracias a este sevillano», concluye Ávila. López Gómez murió en Sevilla en 1936, un mes antes de cumplir 84 años, y un día antes de celebrarse las elecciones generales que ganaría el Frente Popular. Casi todos los miembros de su familia han logrado pasar de los 80 años, tal vez una prueba más de lo óptimo de sus métodos.