El Consejo General de Cofradías se ha plantado ante Maribel Montaño para decirle que no quiere otra sede que San Hermenegildo y ella ha respondido que, a partir de ahora "se abre una negociación en la que el Consejo está en igualdad de condiciones con cualquier otra institución". De ambas posturas la Lógica, llevada por las reglas del Barbara, Celarent, Darii, Ferio de Aristóteles, deduciría que el órgano cofrade no querría, por ejemplo, la propia Casa Grande si se le ofrecieran y que la delegada mantendría la paridad con quien fuera aunque la Sala la pidiera la UNESCO para sede o la Comunidad Islámica para mezquita.
Esa lógica, sin embargo, no está contando con la Historia del edificio cuando ésa debería ser una premisa y más en una ciudad tan dada a la desmemoria y tan unidimensional en lo simbólico; de lo contrario estaríamos ante un ejemplo de disociación mental: por un lado, todas las fuerzas políticas -el PP la tomó como bandera la pasada legislatura- se ufanan en conmemorar la Constitución de 1812 y, por otro, disociándola de sus huellas reales, del lugar donde se reunieron sus Cortes, y, por tanto, mandándola al limbo.
San Hermenegildo debe ser para la ciudadanía un Memorial, un monumento real como San Felipe Neri en Cádiz, sin más utilidad -como el Arco del Triunfo en Paris o los memoriales de Lincoln o Jefferson en Washington- que la del símbolo, la de recordar un hecho civil en cuya importancia gobierno municipal y oposición coinciden. Esopo tiene una fábula que narra como alguien alardeaba, citando a testigos, de haber realizado en Rodas un salto prodigioso; alguien entonces le dijo: esto es lo mismo que Rodas, salta aquí. A lo mejor no hace falta tirar la casa por la ventana en 2012: San Hermenegildo es la Rodas en la que hay que saltar ahora. Por pura lógica.
Antonio Zoido es escritor e historiador.
