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Santa Catalina es segura

Un minucioso estudio arquitectónico revela la buena salud del edificio. La restauración no empezará hasta 2014, y abarcará al menos seis meses

el 19 jul 2013 / 12:51 h.

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Francisco Román, Francisco Jurado y Pablo Enríquez, en una visita. Foto: Estefanía González (Atese) Francisco Román, Francisco Jurado y Pablo Enríquez, en una visita. Foto: Estefanía González (Atese) “El estado de Santa Catalina es inmejorable”. Con estas palabras resumía el arquitecto Francisco Jurado el informe sobre el estado de la iglesia sevillana, que ha sido sometida a una minuciosa medición  para evaluar los posibles movimientos y deficiencias de su estructura. La conclusión final de dicho informe es que la iglesia “es segura y no necesita refuerzo ni corrección, y mucho menos realces o inyecciones en el subsuelo”. La recomendación del arquitecto es ahora atender algunos problemas menores del edificio, principalmente sus humedades, y comenzar el estudio de los posibles yacimientos arqueológicos de su subsuelo. Una serie de obras que según la Archidiócesis, se iniciarán “lo antes posible”, pero no antes de 2014, y con una intervención de al menos seis meses. Eso sí, los tres millones de euros previstos serán como mínimo uno menos, el que estaba destinado a calzar el edificio. Según explicó Jurado a periodistas, representantes de la Archidiócesis de Sevilla y de colectivos interesados en la rehabilitación, la tarea de evaluación del estado de Santa Catalina se ha prolongado a lo largo de cinco meses, en los cuales se empezó midiendo exactamente la geometría del edificio, usando un sistema de última generación que incluía el escaneado tridimensional del inmueble con precisión milimétrica. “¿Por qué un medio tan sofisticado?”, prosiguió el arquitecto. “Porque nos ofrece una impronta, una lectura completa del edificio, que podemos volver a consultar dentro de unos años”. Así, el equipo de Jurado comprobó algunas circunstancias de Santa Catalina, como la anchura desigual de los arcos, ciertas fisuras “muy leves, que son arrugas, no heridas”, y algunas deformaciones que “no son patologías del edificio, sino que obedecen más al proceso constructivo de éste”, añadió. En este proceso jugó un papel determinante un sistema de hilos consensores que miden movimientos en centésimas de milímetro, con el objeto de detectar desplazamientos de la estructura “y adelantarnos a las cosas, no esperar a ver qué ocurre”, dijo Jurado. “Entonces descubrimos que no hay movimientos progresivos, sino que los que se producen tienen más que ver con los cambios de temperatura, como ocurre en nuestras casas”.  Finalmente, al eliminar los apeos se llegó a la conclusión de que los valores de tensión que soportaban los ladrillos eran los habituales (“daban al templo el aspecto de un enfermo al que rodeas de tubos”), lo que fue confirmado en una posterior medición en laboratorio. Siguiendo con el símil médico,  Jurado aseguró que “hay trabajo por hacer con las fachadas y las humedades, pero será tratar la piel del enfermo, no sus huesos”, dijo. Asimismo, manifestó su convicción de que “hay debajo de este suelo unos antecedentes arqueológicos que no podemos ignorar. Debemos estudiarlo, pues supondrá un valor añadido para el edificio, y de paso tal vez permita ventilar el suelo, pues lo mejor para un espacio de este tipo es un sótano ventilado”. Sobre la financiación, el secretario de la Archidiócesis de Sevilla, Francisco Román, dijo que “no va a ser un obstáculo para la obra, aunque hacemos un llamamiento a todos para colaborar”.

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