Cofradías

Santa Cruz estrena recorrido por Cuna cuatro años después

El nuevo itinerario recorta el tiempo del camino de ida en 65 minutos, los que la hermandad retrasó su salida desde la parroquia de la calle Mateos Gago.

el 16 abr 2014 / 00:39 h.

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Hermandad de Santa Cruz. / José Luis Montero Hermandad de Santa Cruz. / José Luis Montero (FOTOGALERÍA) Nadie entendía que la Policía Local no permitiera el paso desde la calle Placentines a la plaza Virgen de los Reyes desde las 19.30 horas de ayer. La orden que los agentes habían recibido es que el andén del Palacio Arzobispal debía quedar expedito, libre de público y vallas, para que la hermandad de Santa Cruz pudiera estrenar sin complicaciones su nuevo recorrido para cerrar el Martes Santo, después de tres intentos que la lluvia había impedido. La cofradía de la calle Mateos Gago debía aprovechar el hueco entre San Esteban y San Benito para, compartiendo su itinerario, al menos hasta el Salvador, llegar a la Campana. Así que el cortejo se dio mucha prisa. Minutos antes de lo previsto (20.05 horas fijaba el horario oficial), se abrieron las puertas de la parroquia, la cruz de guía avanzó sobre la impresionante tarima y la rampa que montan para salvar los escalones de acceso al templo. Rápidamente avanzó metros en la calle. Tenían prisas por pisar las nuevas calles, pero el misterio del Cristo de la Salud y Buen Viaje todavía no había salido de la Catedral. Llegaban los ecos de la saeta dedicada al Cristo de las Misericordias en su salida. Y la cruz avanzaba mirando de frente a la Giralda. La típica foto de este crucificado acompañado por la Virgen de la Antigua en contraluz ampliaba las oportunidades. «Abrid paso», indicaba un agente de la Policía Nacional a sus compañeros al comprobar que el público se concentraba en el tramo de la plaza Virgen de los Reyes por el que debía pasar la cofradía, a lo que otro le respondía: «Los propios nazarenos irán abriendo paso, ya verás». Y así fue, la gente, que contemplaba desde lejos la salida de San Esteban por la Puerta de Palos, se fue apartando al verse encima a los nazarenos de ruan negro con la peculiar cruz de guía de esta hermandad. Ante la fachada del Palacio Arzobispal, cuatro consejeros del Consejo de Hermandades intentaban resolver las posibles incidencias para asegurarse que todo salía a la perfección. «El horario se está cumpliendo, si acaso Santa Cruz viene un poco adelantada», comentaba Francisco Vélez, delegado del Domingo de Ramos, cuando la cruz de guía ya estaba ante el Arzobispado el palio de la Virgen de los Desamparados estaba saliendo de la Catedral. «Era importante que esta primera vez saliera clavada», afirmaba satisfecho por el resultado. Tras los últimos músicos de Las Cigarreras, se colocó el cortejo de Santa Cruz. Por la puerta de Palos empezaron a salir otros nazarenos negros, los de Los Estudiantes, que emprendían su regreso al Rectorado por la Plaza del Triunfo. Los niños de las sillas se agachaban para pedir, algunos a voces, caramelos a los nazarenos que veían detrás de las vallas. Pero ni siquiera los monaguillos que anteceden los dos pasos de esta cofradía reparten caramelos ni estampas. El arzobispo, Juan José Asenjo, regresó justo a tiempo al Arzobispado para ver pasar la cofradía. Venía de la Catedral donde ayer, además, celebraron por la mañana la Misa Crismal. Lo hizo acompañado por Manuel Soria Campos, delegado episcopal de Hermandades y Cofradías, Isacio Siguero, y su secretario personal, Borja Núñez. Imponente llegó el crucificado sobre un monte de claveles rojo sangre de toro. Fernando Fernández mandó parar a su cuadrilla justo en la puerta del Palacio Arzobispal. En la esquina aguardaba el relevo. En absoluto silencio, con todos los abonados de la plaza en pie mirando, por una vez, para su izquierda en lugar de de frente, avanzó estrenando pisadas. Calle Placentines, Alemanes, Argote de Molina... hasta Cuna y Orfila buscando la Campana. La Virgen de los Dolores, con rosas achampanadas en las jarras laterales y mini rosas en las frontales, no tardó en llegar. Pero justo cuando pisaba los adoquines de Virgen de los Reyes salía el Cristo de la Buena Muerte de la Catedral. Frente a frente, en una estampa inédita, se miraron mientras la Banda Tejera tuvo el detalle de dedicarle la marcha Santísimo Cristo de la Buena Muerte, con la que llegó hasta la parada preceptiva en el Palacio Arzobispal. Cada paso siguió su camino, como mirándose de reojo, para despedirse definitivamente cuando alcanzó Placentines. Allí seguían muchos de los que antes habían intentado pasar por el cruce controlado por la Policía. Seguro que les mereció la pena la espera aunque les destrozara otros planes: habían visto Los Javieres, San Esteban y, casi por sorpresa, Santa Cruz. Las voces y los pitos volvieron a repetirse cuando el palio se alejaba con una nueva marcha. Cuando pidieron la venia en la Campana, todos los que habían contribuido se darían por satisfecho. Para el próximo Martes Santo todo estará ensayado.

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