Local

Santa Rosalía 'rompe' su clausura para exhibir sus tesoros

El convento inaugura un museo permanente en sus dependencias con una colección visitable de 150 piezas

el 22 dic 2012 / 20:43 h.

TAGS:

Desde el pasado día 17 los sevillanos pueden disfrutar de un nuevo museo plagado de encanto. Amén de dar cabida en su viejo cenobio en estos días al Belén de la Solidaridad, las hermanas clarisas capuchinas del convento de Santa Rosalía han abierto una pequeña rendija en su vida de clausura monástica para poner a disposición del gran público las piezas más valiosas de su patrimonio histórico, artístico y devocional, amasado a lo largo de más de tres siglos.

El nuevo museo permanente de Santa Rosalía, bendecido e inaugurado hace sólo unos días por el arzobispo de Sevilla, muestra por vez primera al público unas 150 piezas -entre obras escultóricas, pinturas, bordados, orfebrería y cerámica- custodiadas por las monjas en este monasterio de la calle Cardenal Spínola desde su fundación, en 1701.

De comisariar esta muestra se ha encargado Antonio Martínez Rull, licenciado en Historia del Arte y, a la sazón, hermano mayor del Rosario de los Humeros, hermandad que corre a cargo del montaje y la vigilancia de la exposición. "Todas son obras inéditas, ya que nunca han sido expuestas con anterioridad. El gran valor de este museo consiste en que las piezas se exhiben en su contexto claustral, por lo que se puede percibir claramente ese contraste entre la austeridad de las capuchinas y la suntuosidad y el primor en el cuido de las piezas que integran su contenido", defiende su comisario.

La visita, en la planta alta del monasterio, se extiende por las dependencias del antiguo noviciado, el antecoro y el coro alto, desde el que se pueden admirar unas extraordinarias vistas de la iglesia y de su retablo mayor, labrado por Cayetano de Acosta. Arranca el recorrido en el llamado Paso del Calvario, presidido por un pequeño Crucificado del XVI hecho de papel, ante el que las monjas de la comunidad, después de los oficios, pasan rezando toda la noche del Viernes Santo en vigilia de oración.

El siguiente hito es el altar de las Jornaditas, ante el que la religiosas celebraban antaño una noveva entre el 16 y el 24 de diciembre "que conmemoraba los pasos que recorrió la Virgen desde Nazaret a Belén para tener al Niño", tradición que ha rescatado la hermandad de los Humeros en su ermita de la calle Torneo recuperando incluso los cantos originales del XVIII.

Una galería con los cuadros de las abadesas del convento conduce al visitante hasta una sala donde se exhibe una gran parte de la extraordinaria colección de imágenes del Niño Jesús que posee el cenobio, así como su variado ajuar de trajes y ornamentos. Llaman la atención algunos de los Niños limosneros expuestos, custodiados en urnas en forma de huchas con las que las religiosas salían a la calle a pedir limosna para el convento. Al otro lado de la sala, se encuentra el llamado Cristo del Capítulo, también de papelón, que debe su nombre a su primitiva ubicación en el monasterio, en la sala del Capítulo, donde la comunidad se reúne semanalmente para oír la exhortación de la Madre Abadesa y dirimir los asuntos del convento.

En el antecoro se han reunido las piezas dedicadas al culto de la Virgen, exhibiéndose en pequeños altares imágenes de las principales devociones de la comunidad, caso de la Pastora, la Virgen de los Reyes o una Virgen Niña. En esta sala también se puede admirar parte de la producción del "importante taller de bordado propio" con el que contó el cenobio en el siglo XVIII. Obra de este taller son los paños cubre cáliz que se exhiben.

Al margen de admirar obras antes nunca expuestas de indudable sabor conventual, la visita al museo de Santa Rosalía posee un segundo aliciente: el de pasear por las estancias del cenobio captando sus silencios, respirando el perfume de sus tres siglos de historia o sintiendo cómo, en el coro alto, la madera cruje bajo los pies.

Antes de ingresar en el coro alto, donde se condensan las piezas más relevantes, el visitante ha de detenerse ante una enorme cristalera que guarda el hábito original, plagado de remiendos, de la fundadora y primera abadesa del convento, Josefa Manuela de Palafox y Cardona, hermana del que fuera arzobispo de Sevilla Jaime de Palafox. "Se cuenta que para hacer los remiendos a su hábito buscaba las piezas más viles que encontraba en el convento", apunta el comisario. La fundadora falleció con fama de santa y su cuerpo incorrupto se custodia en el monasterio.

Ya en el coro alto, última sala de la visita, el público puede recrearse en la contemplación de varios altares en miniatura realizados con una original técnica de viruta de papel (celulosa policromada y dorada). También sobresalen los conjuntos escultóricos de Los Desposorios de San José y la Virgen, así como una Piedad, obras ambos de Cristóbal Ramos.

En una vitrina se exhiben asimismo objetos del ajuar doméstico del convento, entre los que llama la atención lateja de hierro que emplea la comunidad para llamar a las monjas según el número de toques. "Para llamar a la madre abadesa se utilizan cuatro toques dobles", detalla Antonio Martínez.

Lienzos como el de la Sagrada Familia de Juan de Espinal, esculturas como el San José de Juan de Astorga, enseres de orfebrería como la Custodia del convento... Todas las piezas que por vez primera han salido de la clausura de Santa Rosalía conservan el sabor de la autenticidad con el que fueron concebidas. "Son piezas que no han perdido la función para la que fueron creadas: mover a la piedad a todas aquellas mujeres que a lo largo de los siglos han consagrado su vida a Diso entre estas paredes", señala el comisario de la exposición. Hoy son 18 las religiosas que integran la comunidad. 

  • 1