La sevillana Sara Mesa fue reconocida ayer con la distinción de finalista del prestigioso premio Herralde de novela en su XXX edición, con la obra titulada Cuatro por cuatro. El ganador resultó ser el malagueño Juan Francisco Ferré –quien ya fuera finalista del mismo galardón en 2009 con Providence– con Karnaval.
Un jurado compuesto por Salvador Clotas, Marcos Giralt Torrente, Vicente Molina Foix y el editor Jorge Herralde decidió de este modo sumar un nuevo premio al abultado palmarés de la autora sevillana, donde destacan el Miguel Hernández de poesía y el Málaga de novela por Un incendio invisible, publicado por la Fundación Lara.
“Para mí publicar con Anagrama ya es un premio”, afirma Mesa. “De hecho, lo que buscaba al presentarme era que me leyeran y tratar de despertar su interés. El finalista, además, carece de dotación económica, pero por otro lado supone un gran impulso a efectos de promoción”, agrega la autora, que de todos los grandes nombres integrados en el catálogo de la editorial barcelonesa “no me importaría hacerme una foto de familia con Houellebecq y su parka verde”, sonríe.
Según adelanta la web de la editorial, Cuatro por cuatro “arranca con la historia de un grupo de chicas, lideradas por Celia, que se han fugado de un colegio pero que son atrapadas y devueltas a la institución. El colegio del que huían, el Wybrany College, es un internado completamente incomunicado del exterior y destinado a los hijos de familias acomodadas, los únicos que pueden aspirar a salvarse de un mundo en descomposición en el que la vida en la ciudad se ha hecho imposible. Pero el Wybrany College también acoge a los llamados especiales, chicos becados cuyos padres trabajan al servicio del proyecto. Las relaciones entre ambos grupos y entre ellos, los profesores y los miembros de la Dirección –el Sr. J., la Culo o el Guía– internarán al lector en un microcosmos dominado por la manipulación y el aislamiento. Con una narrativa fragmentaria, indirecta y muy depurada, la primera parte de la novela es una suerte de enigma cuyo sentido se completará más adelante”.
“En la segunda parte de la obra”, prosigue la sinopsis, “la perspectiva cambia con la irrupción de Isidro Bedragare, un profesor sustituto que va recogiendo en un diario su particular visión de los hechos que ocurren en el extraño internado, y que a su vez también esconde un secreto”.
Para la autora, nacida en Madrid en 1976, se trata de una historia “claustrofóbica y cerrada”, en la línea de la anterior Un incendio invisible, “donde se darán relaciones de abuso y de poder desde dentro. Todo muy alegre, como podéis ver”, bromea.
No parece casual, en este sentido, que una de las ciudades cercanas al internado se llame Vado, como la desolada urbe de Un incendio invisible. En todo caso, Sara Mesa asegura que “se trata de narraciones totalmente independientes” y asegura que la coherencia interna de su producción “no obedece a ningún planteamiento previo ni a programas de ningún tipo. Van saliendo así, respondiendo a mis obsesiones, a mis temas”, apostilla. Cabe recordar que, además de los títulos citados, Mesa es autora de una brillante nela, El trepanador de cerebros, y del excelente libro de relatos No es fácil ser verde.