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Se buscan líderes

Así parece, a juzgar por las palabras pronunciadas por Sarkozy sobre algunos gobernantes europeos de los que salva a Berlusconi, además de a él naturalmente; para eso ha heredado el trono de Napoleón. Más contundente, como cabía esperar, ha sido Aznar al denunciar la falta de liderazgo mundial, añorando seguramente el tiempo en el que se fotografiaba con Bush en las Azores...

el 16 sep 2009 / 01:31 h.

Así parece, a juzgar por las palabras pronunciadas por Sarkozy sobre algunos gobernantes europeos de los que salva a Berlusconi, además de a él naturalmente; para eso ha heredado el trono de Napoleón. Más contundente, como cabía esperar, ha sido Aznar al denunciar la falta de liderazgo mundial, añorando seguramente el tiempo en el que se fotografiaba con Bush en las Azores, aunque ninguno de los que se inmortalizó en la famosa foto haya asumido sus errores -entre los que se encuentran la invasión de Irak- como ahora exige nuestro presidente a los gobernantes respecto de sus comportamientos en la crisis económica que nos asola.

Estas intervenciones así como las opiniones de los analistas políticos en los medios de comunicación vienen a insistir en una idea que se está extendiendo en la actualidad, la necesidad de contar con líderes políticos que tomen las grandes decisiones que se necesitan. Bajo la influencia del fenómeno Obama, quien en poco tiempo ha dado la vuelta a la política norteamericana con decisiones que a juicio de los más optimistas pueden cambiar el curso de la historia, ha calado la idea de que uno de los problemas políticos a los que nos enfrentamos es la ausencia de personalidades relevantes con suficiente carisma como para entusiasmar a la ciudadanía. Todas estas manifestaciones revelan una visión excesivamente individualista de la actividad política, como si su éxito dependiera de una persona, el líder, y de su carisma.

No se puede negar la importancia que para el éxito de cualquier emprendimiento tienen las características personales del que lo lidera, de su capacidad de concitar en torno a unos fines las voluntades de todas y todos, y esta máxima también rige, como no podía ser de otra manera, en la política. Cosa distinta son las cualidades que se le exigen, que a juzgar por las manifestaciones y opiniones de los que se expresan en este sentido, han de reflejar determinación, autoridad cuando no autoritarismo, contundencia e inflexibilidad, cualidades éstas más propias de la idea de salvador o redentor de la ciudadanía que del que asume la responsabilidad de un mandato democrático.

Unas cualidades, por otro lado, que nada tienen que ver con la persona formada, reflexiva e ideologilizada que se requiere para el buen gobierno de la cosa pública. Con ser todo lo anterior importante, la idea extendida de falta de liderazgo en el panorama político internacional y en el ámbito estatal, revela además una concepción de la política y del gobierno de los pueblos excesivamente personalista, que se aleja del modelo democrático que rige en Europa, en la que los partidos políticos desempeñan un importante papel.

En gran medida, estos aglutinan en torno a unas ideas y a un proyecto la participación democrática de la ciudadanía imprescindible para la democracia, de tal manera que deben ser ellos y nos sus líderes los grandes protagonistas del debate político y de la selección de los gobernantes. Constituyen éstos una garantía para el funcionamiento de la democracia, controlando el ejercicio del poder a las personas que transitoriamente lo ejercen. Sin embargo, éste no parece ser el comportamiento de los partidos actuales, que se comportan como lobbies controlados por unos pocos que se reparten las prebendas del poder, cuando no se hayan enfrascados en guerras inútiles que solo se explican por las ambiciones personales de los que los componen.

Rosario Valpuesta es catedrática de Derecho Civil de la Pablo de Olavide.

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