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Se esfuma una historia de siglos

La historia concluye 387 años después de su comienzo. Las cigarreras abandonarán para siempre la ciudad que vio nacer la primera fábrica de tabacos del mundo y que elevó a la categoría de mito a una mujer llamada Carmen. El 31 de diciembre cierra sus puertas definitivamente en Los Remedios.

el 14 sep 2009 / 21:11 h.

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La historia concluye 387 años después de su comienzo. Las cigarreras abandonarán para siempre la ciudad que vio nacer la primera fábrica de tabacos del mundo y que elevó a la categoría de mito a una mujer llamada Carmen. El 31 de diciembre cierra sus puertas definitivamente en Los Remedios, su tercera ubicación en 387 años de historia.

Comenzaron a trabajar en la industria tabaquera porque cobraban menos que los hombres y eran más laboriosas y hábiles que ellos. Aunque se incorporaron más bien tarde a la historia de la fábrica de tabacos de Sevilla, las cigarreras -muchas de las cuales cruzaban el río desde Triana para acudir a trabajar- han forjado un mito en torno a su labor de liado de cigarros y cigarrillos. Su presencia se hizo indispensable en la primera mitad del siglo XIX, cuando el tabaco en polvo (que se inhalaba) dejó paso al tabaco de humo (puros y cigarrillos).

Cuando Sevilla resplandecía como Puerto de Indias, enlace de España con América, no podía ser otro el lugar escogido para procesar la planta de tabaco traída desde el otro lado del Atlántico.

¿El lugar elegido? Frente a la iglesia de San Pedro. Corre el año 1620. De los morteros en los que se machacaba manualmente la materia prima hasta los molinos de muela vertical, el último grito en innovación industrial de la época. La fuerza necesaria para este trabajo hacía que la planta sólo tuviera asalariados masculinos, pero el cambio de moda en el tabaco fue lo que le abrió a la mujer las puertas de la fábrica.

Y, de paso, elevó a la figura de la cigarrera a la categoría de mito bajo el nombre de Carmen. La obra de Merimée de 1845 y la ópera de Bizet tres décadas más tarde, inmortalizaron el papel de la mujer en esta industria.

Aunque se abrieron otras factorías en las décadas siguientes, la de Sevilla se convirtió en 1684 en la única que podía producir tabaco, por la calidad de su producto y para evitar el fraude y el contrabando. Este aumento de la producción conllevó la necesidad de ampliar las instalaciones, sumando casas y calles anexas a la fábrica frente a San Pedro. Una operación que se repetirá en años sucesivos ante el auge del consumo de tabaco, sobre todo de la modalidad en polvo. No sirvió de solución a lo que se requería.

Será en 1725 cuando se decida construir una nueva fábrica, si bien se barajó antes la opción de trasladar la actividad a las Reales Atarazanas, que finalmente se desechó. Aunque las obras comenzaron sólo tres años después, el proyecto sufrió tal cantidad de vaivenes que no se pudo concluir hasta 1758, año en el que se abre el segundo capítulo de la historia de la tabaquera en Sevilla.

Siempre quedará para el recuerdo que el edificio que actualmente ocupa el Rectorado y varias de las facultades de la Universidad de Sevilla se levantó para fabricar tabaco.

Habrá que esperar hasta 1944 para ver publicada en el Boletín Oficial una disposición por la que el Ministerio de Hacienda cede al de Educación el recinto para actividades docentes. No hay explicación alguna que lo justifique, según la investigación realizada hace décadas por el colaborador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) José Pérez Vidal.

En 1959, tras más dos siglos de historia en la Real Fábrica de Tabacos de Sevilla, salen del edificio las últimas cigarreras para comenzar una nueva etapa, que será definitiva y la última. Unos terrenos de Hacienda en Los Remedios son la opción elegida.

Las buenas comunicaciones terrestres y la cercanía del río animan la decisión, y la operación de compra se formaliza en 1951. Es en 1966 cuando finalizan las obras. A ella se incorpora lo último en maquinaria. De hecho, las 18 máquinas liadoras de cigarrillos negros -el tipo de tabaco en el que se centra exclusivamente la planta- permiten realizar todo el ciclo productivo sin que el personal tome contacto directo con la materia prima. Sólo supervisar.

Todo para que de la fábrica sevillana salgan 24 millones de cajetillas al mes, o lo que es lo mismo, 480 millones de cigarrillos en los comienzos de la nueva planta. Lejos quedan ya los entre 30 y 40 cigarrillos que liaban por minuto -con las primeras máquinas liadoras- las mujeres a principios del mismo siglo.

Ha sido precisamente esa especialización la que ha abocado a una de las industrias con más arraigo en la ciudad y que forma parte de su idiosincracia (la hermandad de Las Cigarreras la recordará todas las tardes de Jueves Santo) al cierre sin vuelta atrás. La compañía justificó la clausura por el progresivo descenso de las ventas de tabaco negro en favor del rubio.

Atrás quedan ya esas épocas doradas en las que Sevilla abastecía al resto de España y en las que la fábrica bullía de vida con una plantilla de varios miles de personas. Ahora quedan 102 empleados, de los que tan sólo cuatro seguirán trabajando, si bien lo harán, a partir del 1 de enero, en la planta de Cádiz, que surgió precisamente para aliviar la carga de trabajo de Sevilla.

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