Cultura

Se fueron en lo mejor

Se fueron más o menos jóvenes, o en todo caso cuando aún tenían muchas alegrías por dar a sus fans. Quedaron en la memoria con rostros eternamente lozanos y siguieron ganando batallas después de muertos. Michael Jackson es el último de esa larga lista de estrellas que se han apagado prematuramente.

el 16 sep 2009 / 05:14 h.

Se fueron más o menos jóvenes, o en todo caso cuando aún tenían muchas alegrías por dar a sus fans. Quedaron en la memoria con rostros eternamente lozanos y siguieron ganando batallas después de muertos. Michael Jackson es el último de esa larga lista de estrellas que se han apagado prematuramente.

Como en el caso del Rey del Pop, han sido muchos los ídolos muertos en extrañas circunstancias, a menudo relacionados con fármacos y otras drogas. Una sobredosis de heroína, por ejemplo, se llevó a la cantante Janis Joplin cuando estaba grabando su disco 'Pearl'.

Algo parecido sucedió con Brian Jones, de Los Rolling Stones, que apareció ahogado en su piscina tras una noche loca de alcohol y excesos; con Jim Morrison, cuya muerte sin esclarecer apunta a un paro cardíaco por abuso de cocaína; con el virtuoso guitarrista Jimi Hendrix, del que se dice que murió asfixiado por su propio vómito tras una larga ingesta de sustancias prohibidas, triste final que compartiría -de confirmarse algún día estos supuestos- con el primer cantante de los australianos AC/DC, el carismático Bon Scott.

El único que murió a ciencia cierta de tan desagradable manera fue el no menos aclamado John Bonham, revolucionario de la batería que contribuyó decisivamente a cimentar la leyenda rockera de Led Zeppelin, pero que no pudo disfrutar de la gloria en la vejez: 40 vasos de vodka en un día terminaron con él.

Otro batería sobresaliente, Keith Moon, del grupo The Who, falleció mientras dormía con 32 años a raíz de una sobredosis de pastillas para dejar de consumir tanto alcohol. Lo espeluznante es que Cass Elliot, cantante de The Mamas and The Papas, también había muerto años antes allí, no sólo en el mismo apartamento, sino también en la misma cama.

Genio precoz, el saxofonista Charlie Parker perdió la vida, tras dos intentos de suicidio, a causa de un colapso cardiocirculatorio en el que sin duda colaboró su inspiradora querencia por las drogas. Y otro jazzero maravilloso y conflictivo, el bajista Jaco Pastorius, pereció a causa de la paliza que le propinó un gorila de discoteca.

Pero si hubo un apóstol de la autodestrucción, ése fue Sid Vicious, bajista del grupo punk Sex Pistols, muerto por sobredosis de heroína días después de su novia, Nancy Spungen, cuando no pasaba de los 21 años. Sin salir del punk y de la heroína, el bajista de The Ramones, Dee Dee, cayó de sobredosis, mientras que sus compañeros Joey y Johnny fallecieron con poco tiempo de diferencia, pero de linfoma y cáncer.

La bebida y la química proscrita han matado en el mundo del rock más que las balas, pero no cabe duda de que las balas han hecho sus estragos. Acaso el abatido más famoso de la historia de la música sea John Lennon, alma de The Beatles y fértil compositor también en solitario, que una mañana de diciembre de 1980 volvía paseando a su apartamento de neoyorkino, acompañado de su esposa, cuando fue tiroteado por el fanático Mark David Chapman. Moriría minutos después en un coche patrulla de la Policía camino del hospital.

También tiroteado en la flor de la vida, exhalaría su último aliento el guitarrista de la banda de rock duro Pantera, conocido como Dimebag Darrell. En el transcurso de un concierto de su banda Damageplan en Ohio, un muchacho de 25 años, Nathan Gale, al parecer disgustado con la ruptura del grupo, disparó a quemarropa y asesinó a Darrell y a tres personas más. Asesinado también, pero por el aparato represor de Augusto Pinochet, acabó el cantautor chileno Víctor Jara, autor de Te recuerdo Amanda, acribillado después de indecibles torturas.

Más difícil sería hacer el censo de raperos abatidos por arma de fuego en las últimas décadas. El mundo de la rima parece haber estado muy vinculado al gatillo fácil en Estados Unidos, y junto al caso paradigmático de Notorius BIG -del que acaba de hacerse un biopic para la gran pantalla- cabe sumar los nombres de Proof, Jam Master Jay, Tupac Shakur, Freaky Tah -de los neoyorquinos Lost Boyz-, Dolla y un largo etcétera.

Por su propia mano, sin embargo, halló su fin otra leyenda del rock, el líder de Nirvana Kurt Cobain, quien se disparó un balazo tras un largo historial de abusos farmacológicos e intentos de suicidio. Otro célebre suicida sería Michael Hutchence, que apareció colgado en un hotel.

30 años tenía Jeff Buckley, el hijo del célebre músico Tim Buckley, cuando fue hallado flotando sin vida en el Wolf River de Memphis sin que las causas fueran del todo esclarecidas. Junto a varias grabaciones en directo, dejó un único álbum de estudio, el impresionante Grace. La segunda entrega, que estaba grabando cuando entró por su pie vestido en el río, nunca llegó a ver la luz.

Capítulo aparte merecen los desaparecidos en accidente. Acaso el más llorado sea el bajista de la formación original de Metallica, Cliff Burton, cuyo autobús de gira se salió de la carretera. También murió así un devoto de los coches -con temas como 'Cadillac' o 'Get it on'-, Marc Bolan, líder de la banda glam T-Rex, que se despidió del mundo con 29 años. Otros rockeros que acabaron sus días en carretera fueron el gran Eddie Cochran y los guitarristas Duane Allman y Tim Kelly, de la banda Slaughter.

El inolvidable escudero de Ozzy Osbourne y también guitarrista Randy Rhoads murió en accidente de avioneta tras grabar sólo cuatro discos memorables. Otros tristes accidentes de vuelo fueron los que acabaron con el grupo Lynyrd Skynyrd al completo, y con los míticos Ritchie Valens, Buddy Holly y Big Bopper.

La muerte natural tiene poco prestigio en estos ámbitos, pero también hay casos: el más citado, el de Bob Marley, que con menos de 40 años vio cómo un melanoma se lo llevaba. En el de Gene Vincent, una úlcera, y en el de Freddy Mercury, de Queen, fue el sida poco después de la salida a la luz de su disco Innuendo. El gran tema de aquel álbum vale para todos: 'The show must go on'.

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