El escritor barcelonés vuelve a los escaparates de la actualidad con su último libro, el paciente 'Dietario voluble', mientras que se prepara para el estreno de la versión cinematográfica de 'El viaje vertical', de la directora Ona Planas, parte de cuyo rodaje tuvo lugar en Sevilla.
-En El mal de Montano usted se propuso escribir un diario de ficción. Ahora publica su Dietario voluble. ¿Tendrá el lector que preguntarse qué hay de verdad y de fabulación en él?
-Lo que hay en este libro es una voz que narra, que piensa, pero todo es real... Aunque lo que imaginamos también cuenta. Creo que lo importante es que todo lo que ve o dice haber visto tiene un tono muy novelesco, y es voluble porque va cambiando sobre la marcha. Lo que unifica el conjunto es esa voz que cuenta y comenta el mundo.
-¿Es ésa la esencia del diario literario, ofrecer una visión propia del mundo?
-Comentar el mundo es un trabajo infinito, y la estructura del dietario siempre va bien porque aspira a ese comentario infinito. Siempre emparento esta tarea con un fragmento de El Proceso, de Kafka, donde Josef K. dice: "Cuéntemelo, pero cuéntemelo todo". Quiere saber toda la verdad, sin que se escape un detalle. Esta es la ambición que, paradójicamente, termina en fragmento.
-Es curioso que lo cite, porque leyendo su Dietario uno recuerda a ratos a los Diarios de Kafka. ¿Se siente kafkiano?
-Me lo dicen a menudo, pero con Kafka, lo digo sinceramente, siento que no se me puede ni comparar. He escrito sobre él, pero al final parecerá que tenemos algo que ver. Lo que sí me gusta creer es lo que dice un crítico mexicano, Christopher Domínguez, quien afirma que en muchos libros míos doy una segunda vida a escritores como Walser o el propio Kafka.
-Otro autor en quien pensamos leyéndole es Pavese, que en su centenario está siendo objeto de muchas reediciones y relecturas. ¿Es éste momento de crisis especialmente propicio para Pavese?
-Lo que interesa de Pavese es su intención moral, nunca se olvidaba de eso en sus escritos. En ese sentido, ojalá fuera un escritor que volviera realmente al gran público. Es sorprendente, por ejemplo, que sea más conocido actualmente en España que en Italia, ¡un clásico de la literatura italiana de todos los tiempos!
-Eso dice mucho, también, de la situación actual de Italia.
-Desde luego, pero la literatura de Pavese tiene un alcance grandísimo. Otro libro que se acaba de reeditar, La literatura norteamericana y otros ensayos, es de una inteligencia asombrosa, en un tiempo en que todo lo que viniera de Estados Unidos era rechazado por imperialista, y todo eso.
-Usted empezó siendo una voz aislada en las letras españolas, y ha terminado creando escuela, incluso siendo muy imitado. ¿Cómo vive esa situación?
-Creo que no hay que imitar nunca, pero seguramente lo que mi literatura ha comunicado siempre, y esto es indiscutible, es lo que llamaría una libertad narrativa, contagiosa. Yo encontré eso en otros autores, me dijeron que era posible hacerlo todo. Podría ser malísimo como escritor, pero comunico ganas, contagio deseo de escribir, y de hacerlo yendo más allá de lo que ya está hecho. Escribir lo que no se ha escrito aún, de eso se trata.
-Hay lectores que le tienen por un escritor frío, libresco, encerrado en su torre de marfil, y se sorprenden leyendo el Dietario de que se enamore, incluso de que salga a la calle.
-Alguna vez se me ha acusado de no tener contacto con la vida, de no escribir con las vísceras, pero la verdad es que he estado muy en contacto con la realidad. Otra cosa es que no esté con la banda de la sangre y el hígado, eso lo dejo para otros trepadores. Pero yo nunca he sido un ratón de biblioteca.
-Está a punto de estrenarse la versión cinematográfica de su novela El viaje vertical, rodada en Sevilla. ¿Ha podido verla ya?
-Sí, y me ha gustado mucho. En la cinta Sevilla sale poco, es raro, no sé, lo que importa es más el Puerto. Además, todos los personajes son viejos, no sale ni una tía buena, y eso también es muy extraño en los tiempos que corren. Es una película muy de arte y ensayo, pero puede tener su alcance. La fotografía es magnífica, y hay un actor, Fermín Reixach, que es buenísimo.