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Se nos rompió el amor

Se nos rompió el amor de tanto usarlo/ de tanto loco abrazo sin medida". Lo cantaba Rocío Jurado con su torrente de voz y aunque a la chipionera no la inspiraba la deuda histórica, a nosotros nos sirve para ilustrar el pasaje político más incómodo que le haya tocado administrar a Chaves. Nunca la Junta presidida por él ni el PSOE-A bajo su mando había mantenido...

el 15 sep 2009 / 12:07 h.

Se nos rompió el amor de tanto usarlo/ de tanto loco abrazo sin medida". Lo cantaba Rocío Jurado con su torrente de voz y aunque a la chipionera no la inspiraba la deuda histórica, a nosotros nos sirve para ilustrar el pasaje político más incómodo que le haya tocado administrar a Chaves. Nunca la Junta presidida por él ni el PSOE-A bajo su mando había mantenido un enfrentamiento abierto con un Gobierno del mismo signo político, el llamado "gobierno amigo" de Zapatero que, en eslóganes venturosos y certeros, "nunca" fallaba a Andalucía.

Y el fondo de la cuestión es que es cierto, con Zapatero le ha ido mejor a Andalucía que en los ocho años anteriores con el PP. De largo y sin discusión: se liquidaron los 2.500 millones de euros del anterior sistema que Aznar retenía con avaro sectarismo; se ha desplegado un extraordinario caudal de obra pública e incluso se adelantaron otros 200 millones de euros a cuenta de la Deuda. Pero la luna de miel se ha acabado. Se ha roto el amor y se han devuelto las fotos por más que sea previsible un reencuentro a medio plazo.

Chaves ha ensayado hasta última hora un acuerdo que no se produjo porque el Gobierno no quiere firmarlo antes de abrochar el modelo de financiación para evitar que el resto de comunidades le exijan también sus "deudas históricas". Y Andalucía ha pagado el pato. El pato del capricho de la denominación de la disposición adicional segunda, lo que ha ayudado a generar mucha confusión y pocas salidas. El pato del carajal que tiene montado el Gobierno para salir del laberinto de la financiación. Y el pato de la presión catalana, que ya está logrando un balizamiento de la posición inicial de Zapatero y Solbes.

Vamos a ver cómo acaba el pulso del PSC porque está por ver que el resto de comunidades no acaben por abonar la factura. Aunque en cualquier caso, el Gobierno de la nación olvida que la mayor factura la tiene en Andalucía: la tierra que más le ha apoyado (35 diputados en el congreso para el PSOE), los dirigentes políticos que más se han empleado en la defensa de las políticas del Ejecutivo, los únicos aliados para la financiación. Pero el silencio táctico del PSC aventa un giro copernicano.

Después de meter ruido han decidido meter silencio. Por algo será: no están dando puntadas sin hilo. Podría ser que Griñán haya hecho, sin saberlo, el papel de la liebre que tira del pelotón hasta que se retira extenuado y deja paso a quienes se disputan la victoria. De hecho, Zapatero ha decidido negociar personalmente la financiación con Montilla.

Es decir, que ya no es necesario privilegiar el diálogo entre los equipos económicos de las partes, ni Castells ni Solbes. Directamente Zapatero-Montilla: el PSC ha conseguido la superbilateralidad. Para que se quejen.

Se comprende perfectamente el peso de Cataluña en las políticas del Estado y su influencia en las decisiones del Ejecutivo socialista, pero lo que sobresale es la capacidad de Zapatero para ir a lo suyo, administrando cada coyuntura e incumpliendo si es preciso los compromisos adquiridos con sus propios correligionarios. ¿Este Zapatero que se sienta ahora a arreglar el asunto con Montilla no es el mismo que pactó con CiU los recortes al Estatuto catalán a espaldas del PSC? Le llamaban Bambi pero es capaz de dejar a cien náufragos en una isla desierta mientras se come una sardina sin pestañear.

En esta deriva instrumental de sus apoyos y fidelidades le ha tocado el taconazo a Andalucía, que una vez resuelto este asunto seguirá siendo el apoyo más fiable de Zapatero, algo que no todos pueden decir. Por supuesto que el Gobierno terminará cuantificando y pagando la llamada deuda histórica en los seis meses de la prórroga autoconcedida, aunque nadie se engañe, que de 900 millones nada de nada: algunos técnicos llegaron a sugerir que era Andalucía la que estaba en deuda con el Estado.

Pero hasta ahí podíamos llegar: el mismo equipo capitaneado por Ocaña que ahora se ha negado a cifrarla fue el que pactó con la delegación andaluza la redacción y los plazos que se incluían en el Estatuto. En esa mesa, por cierto, faltaba Alfonso Perales, y se ha notado. Pero cuando haya acuerdo, con la financiación amarrada previamente con todos, el desaire del Gobierno a Andalucía habrá dejado una huella profunda de incierta trascendencia electoral.

De entrada, le han regalado el congreso al PP, que reelige a Arenas envuelto en la habitual bruma de apariencia participativa aunque todo esté cocinado y decidido por él mismo. Tiene el líder popular un argumento contundente: Chaves y Zapatero traicionan a Andalucía, aunque hará gala de una desmemoria envidiable para olvidar los años que fue ministro con Aznar sin haber movido un dedo para resolver el pago pendiente.

Pero más que la reacción de la oposición, deberá preocuparle al PSOE andaluz qué opinan los andaluces. Hasta ahora su mejor patrimonio ha sido lograr que los andaluces lo identifiquen como el único partido que defiende sus intereses. Ése es el límite que unos líderes sensatos no deben sobrepasar. Al fin y al cabo ya se lo dijo Montilla a Zapatero: "Queremos mucho al PSOE, pero queremos más a los catalanes". El finis terrae del socialismo andaluz.

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