Cofradías

“Se nos va a olvidar el camino a la Catedral”

El Cerro no tuvo dudas y suspendió, por tercer año consecutivo, su estación de penitencia

el 26 mar 2013 / 22:25 h.

El Cerro fue la primera hermandad del Martes Santos que decidió no salir. Estefanía González (Atese) El Cerro decidió no salir. Estefanía González Aunque el barrio tenía el cuerpo hecho para lo peor, permanecía apostado frente a la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores desde las nueve de la mañana. Ya la semana pasada se venía barruntando que el Martes sería pasado por agua. Pero un amanecer menos gris de lo esperado y la jornada anterior, en la que la lluvia había respetado la estación de penitencia de las nueve hermandades, alumbraron esperanzas en los corazones de El Cerro. Pero otra vez, la tercera, no pudo ser. Con cientos de vecinos llegando a las puertas del templo, con los periodistas todavía calentando sus crónicas cofrades al abrigo de lo que se anunciaba como una tensa y larga mañana, cuando nadie daba aún todo por perdido, la noticia se derrumbó sobre todos, cortando el cuerpo a esta popular cofradía. La nueva llegó de la peor manera, con un frío mensaje del CECOP en las redes sociales al mediodía. Las radios pronto lo difundieron. “El Cerro no sale”. Ni una hora de margen, ni otro cabildo, ni aguardar a los nuevos partes. El riesgo de lluvia era certero. El día comenzaba como terminó, mal. Los vecinos se asomaban incrédulos a la cancela de la iglesia, pidiendo la confirmación a los vigilantes y periodistas que aguardaban en el zaguán. Necesitaban escucharlo de viva voz. Al poco salió el hermano mayor, José de Anca Sosa, con un semblante tan oscuro como el cielo, para dar explicaciones. “Los pronósticos hablan de mucha incertidumbre. Tenemos que tomar esta decisión desagradable, pero no hay alternativa”. Y es que esta hermandad pone en la calle kilómetro y medio de nazarenos y penitentes, entre ellos 300 niños. Demasiado como para buscar refugio en caso de ser sorprendida por un chaparrón lejos del Centro. Y aunque se negara que la gran mojada hubiera pesado a la hora de dejar a los pasos en casa, todos tenían en mente la desastrosa estampa de 2007. A pesar de lo que muchos se temían, el barrio, curtido en estas frustraciones a fuerza de borrascas, digirió la decisión con madurez, e incluso con guasa. “Se nos va a olvidar el camino a la Catedral”, bromeaba alguno. Con éste son ya tres años sin rematar la faena, tantos como lleva el actual hermano mayor sin poder estrenarse. Pese a la comprensión, la mañana regaló esas estampas, ya tristemente tradicionales, de nazarenos rotos en llanto, abrazados, desconsolados. Ni los férreos costaleros, que no se apartaban del Cristo del Desamparo y Abandono –que estrenaba parihuela y faroles– podían disimular su rabia. El templo destilaba pena y resignación. A esperar otro año. Uno de los cargadores, que también tuvo que hacer frente al agua el Domingo con La Paz, reconocía vivir un “momento triste”. “Son ya tres años, justo los que hace que entré en la cuadrilla, pero hay que acatar la decisión de la junta, que siempre es correcta”, admitía. Su bautizo deberá esperar. Mercedes Pérez es camarera de la Virgen de los Dolores desde hace 25 años, tantos como lleva procesionando la hermandad. “No hay manera, pero aquí no tiene culpa nadie más que el tiempo. Y mírala cómo está. Divina. Con las flores puestas mejor que nunca, y la plata reluciente, porque esta cofradía es limpia, limpia”, presumía. Mientras, en la puerta, varias mujeres pedían entrar para contemplar a la Virgen. “Vengo de Pío XII sólo para verla”, rogaba a un vigilante Carmen Lancharro, una extremeña que lleva 40 años en Sevilla, de ellos, su niñez y adolescencia en el Cerro del Águila. “Llevo en planta desde las 9.30 y mientras pueda voy a seguir viniendo. De chica venía aquí a misa y le cogí devoción”, explicaba, mientras el guardia le pedía que volviera por la tarde, cuando el templo estuviera listo. Pero no era la única. El vecindario no se resignaba a irse. Cerca de la una, cuando dentro de la parroquia anunciaban que se desalojaba el templo para resituar los pasos, a fin de abrir a las visitas por la tarde, un ligero chubasco descargaba sobre la calle Afán de Ribera. La maldita lluvia había llegado. La decisión fue la correcta. UNA TARDE PARA RESARCIRSE. La Hermandad de El Cerro abrió su templo a eso de las cinco de la tarde para permitir al menos a su barrio contemplar el paso del Cristo del Desamparo y Abandono y la Virgen de los Dolores. Los situaron en la nave central, delante del altar mayor, mirando a la puerta, una colocación que deberán modificar para poder celebrar los oficios del Triduo Sacro.

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