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Se va a quedar de piedra

¿Sabe que hay una razón geológica por la que Sevilla tiene un color especial? Mario Parra, único guía de fósiles de la ciudad, revela cuál es y le presenta al sevillano más viejo: 550 millones de años tiene el pobre.

el 10 oct 2010 / 18:09 h.

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El sevillano más viejo del que se tiene noticia se pasa el día en la farmacia de la Plaza de San Pedro. El día y la noche. Toser no tose, ni va allí con el mazo de recetas, ni es que le pase nada en particular, más allá del hecho de que está más muerto que el tablón de ofertas del Inem. Se llama Arqueociátido (ay, los nombres antiguos, que se están perdiendo) y tiene alrededor de 550 millones de años. Nació en el momento en que la Tierra comenzó a generar vida compleja a chorros (lo que se conoce como la explosión del Cámbrico), y ahora decora la pared de esta céntrica botica para recordar a los humanos que no son sino una brizna, probablemente poco duradera, dentro de la portentosa espesura vital que ha conocido este planeta en los últimos 3.000 millones de años. Una reflexión que comparte el autor y guía del único inventario exhaustivo de fósiles de las calles y monumentos de Sevilla, Mario Parra. "Pues sí. Relativizas mucho la importancia y el papel de los humanos cuando te acostumbras a medir el tiempo en eras geológicas", dice Mario. "Mira estos arqueociátidos. Quizá sean lo primero duro, con perdón de las señoritas, que se movió por aquí."

Para que luego digan de los años 40 la Sevilla que se nos fue. Palentológicamente, es una barbaridad. Por cierto: Mario es un joven muy sostenible. No sólo en el sentido estructural y hasta geológico del término, sino que además va y viene en bicicleta. En todo es, por así decirlo, un hombre de su tiempo. Tal vez pueda sorprender que se dedique a estudiar con tanto mimo y empeño este lote de piedras tan antiquísimas. Qué gozo esconderán, qué secretos. "Para mí son un vicio." También le aportan serenidad, un cierto toque jedi, un aura pétrea. Y encima a Sevilla le vendría de perlas contar con él y con su originalísimo trabajo: "Se trata de un recurso tanto turístico como geológico y educativo que aún no ha sido explorado, a pesar de que resulta llamativo a quienes llegan a conocerlo", con el aliciente de que la ciudad aprovecharía "una faceta de su patrimonio arquitectónico histórico y reciente que aún no ha sido puesta en valor".

Por ejemplo, eso de que Sevilla tiene un color especial. Más allá de la emoción rumbera y del tipismo exasperante, contiene una verdad científica: Sevilla tiene el color amarillo anaranjado del Mioceno medio. Está en las rocas de sus muros, en la tierra de sus suelos. El albero es pura Era Terciaria. "¿Qué nos cuenta ese color, esa presencia? Pues que este lugar era un mar cálido y superficial, de una profundidad de varias decenas de metros, con fuerte oleaje." Mario Parra explica el porqué geológico de esa afirmación como un moderno Sherlock Holmes, revelando cómo en tales circunstancias el carbonato cálcico y los hidróxidos de hierro se conchabaron en el agua, los muy truhanes, con esa intención folclórica. El solazo sevillano hace el resto, dándole fulgor a esa tonalidad característica.

Pese a los miles de ejemplares encontrados en la ciudad, en Sevilla no se han localizado fósiles de dinosaurios precisamente porque esto era mar. Lo fue durante tanto tiempo que hasta los romanos tuvieron ocasión de ver sus últimos años de esplendor y de ponerle nombre: Lacus Ligustinus. Por aquellos tiempos del Cretácico, lo que había por estas tierras no eran tiranosaurios ni triceratops, sino, probablemente, tiburones y ballenas, de los que nada se conserva porque los cartílagos que conformaban sus esqueletos no dieron lugar a fósiles. Sí debe de haber, y en abundancia, dientes de tiburón. Otra cosa es que alguien atine a encontrar una de esas pequeñas agujas en un pajar tan grande.

Pero sí hay otros fósiles en la Plaza de España, la Glorieta de San Diego, la antigua Fábrica de Tabacos, el Teatro de la Maestranza, la Torre del Oro, el Archivo de Indias, la Catedral... En una visita guiada, una mujer le dijo comprender el porqué: "Claro, es que la Catedral es muy antigua." Craso error, dice el experto: el fósil está allí no porque la Catedral sea antigua, que no lo es, sino porque lo es la piedra con que está hecha.

Mario Parra, en su guía de fósiles, cita a Juan Ramón y a Dámaso Alonso (sendas piedras también, pero de las angulares, según la frase hecha) y dedica dicho trabajo "a la memoria de todos los arqueociátidos, cnidarios, braquiópodos, gasterópodos, bivalvos, foraminíferos, equínidos y homínidos emparedados en y por Sevilla: sin sus cadáveres, ni esta guía ni la propia Sevilla habrían sido posibles".

De utilidad:

Nombre: Mario Parra Cachada.
E-mail: mparracachada@gmail.com.
Titulación: Licenciado en Ciencias Ambientales, itinerario de Gestión Ambiental (Universidad Pablo de Olavide).
Otros conocimientos: Formación complementaria en Zoología y Medio Ambiente, Geología y Pedagogía.
Su fósil preferido de Sevilla: El ammonites del rótulo comercial de Lina, en la calle Lineros.
Su guía: Fósiles en las paredes de Sevilla (y otros rasgos geológicos).
Su experiencia como cicerone: Guía de su propia ruta de fósiles durante la Semana Europea de la Movilidad de 2010.

En la edición impresa, podrá ver hoy seis magníficos ejemplares de fósiles en monumentos y casas de Sevilla, así como el cuadro cronológico de los períodos geológicos de la Tierra, para una mayor comprensión.

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