La campaña está a punto de echar el cierre y aun sin saber qué decidirán los ciudadanos, es preciso reconocer que todos esos demócratas sin convicción, que durante cuatro años han hecho grandes esfuerzos por transmitir a la sociedad la idea de que la política es mala y que los políticos no son gente de fiar, han sido desmentidos, descalificados, arrinconado su pensamiento por unos ciudadanos interesados y cuyo derecho a decidir es una conquista a la que no parece que estén dispuestos a renunciar.
Hay una especie de necesidad elitista, o acaso sólo simplista, de asegurar que es una pesadez la campaña electoral, que los políticos son insoportables, que aburren, que cansan, que la gente no los aprecia y no está dispuesta a entregarles ni un minuto de su tiempo. Fe de instalados en discursos campanudos, que exponen con elegancia de exquisitos, en sobremesas de elegidos para la gloria del no mojarse, no mancharse, no tomar partido y caminar por encima de las aguas como mesías de la nada, eso sí con mucha literatura.
Como buenos alumnos de Juan de Mairena los ciudadanos, lejos de los salones y en su día de cada día, han encontrado el tiempo y las ganas para seguir la campaña con interés, para sentarse ante el televisor a ver debates presuntamente aburridos. Y ahora con su voto en la mano, con su capacidad y su derecho a decidir, dejarán dicho lo que tenga que pasar. Los ciudadanos andaluces y el resto de españoles, durante esta campaña se han interesado por la política, porque saben que de ella depende su calidad de vida. Tan simple y tan real.
Periodista. opinion@correoandalucia.es