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Seis recetas nacionalistas para Andalucía

El 73 aniversario del fusilamiento de Blas Infante, que hoy se conmemora, sirve de excusa para analizar en qué punto se encuentra el nacionalismo andaluz, con un PA exiliado del Parlamento por los votos de los electores y con escaso poder en los municipios. Vascos, catalanes, aragoneses, canarios y gallegos examinan a sus compañeros andaluces.

el 16 sep 2009 / 06:58 h.

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El día que el Senado votó el nuevo Estatuto para Andalucía, la portavoz del PNV dio una calurosa enhorabuena a la cúpula del Gobierno andaluz, que seguía el debate desde la tribuna. "Hoy es un gran día para Andalucía", dijo. El PNV y Coalición Canaria fueron los partidos nacionalistas que llevaron las enmiendas del PA al Estatuto en el Congreso y el Senado, porque los andalucistas no tenían representación. Pero en ese debate, los peneuvistas votaron a favor de la reforma y reconocieron no entender por qué el PA no lo hizo. "El PNV hubiera deseado que el PA se hubiese sumado al acuerdo. Siendo nacionalista y vasca, para mí ha sido un honor". La secretaria general del PA, Pilar González, recuerda aquel día con ironía: "El PNV es un referente del nacionalismo. Sabe mucho de nacionalismo y de poder, pero no sabe de estar en la oposición. Hasta ahora".

El debate estatutario puso a prueba a muchos nacionalismos en España, pero no es lo mismo que te pille en el Gobierno que en la oposición. "El PNV, CiU, Coalición Canaria y el PA comparten un modelo plurinacional con similitudes, pero cada uno defiende sus propios intereses", dice González. "Cuando se votó el Estatuto andaluz se estaban negociando los Presupuestos Generales del Estado, que recibieron el apoyo del PNV".

Los nacionalismos periféricos de España no son equiparables. Pero todos saben cómo sacar partido a las similitudes y diferencias que tienen con los demás. He aquí un ejemplo: el senador del PNV Iñaki Anasagasti explicó a El Correo que a los vascos les "interesa que los andaluces reclamen su realidad nacional". Si Andalucía es una realidad nacional "y por tanto una nación sin Estado", entonces los vascos pueden preguntar abiertamente: ¿por qué nadie quiere ser español? Pero, seguidamente, Anasagasti recuerda que en 1980, con España inmersa en el primer debate estatutario, "Felipe González le dijo a Arzalluz que Andalucía no tenía conciencia de sí misma". Es decir, que a duras penas un almeriense podría identificarse con un sevillano. González pensó que el problema quedaría resuelto creando una mancomunidad de provincias. "Pero después vino el referéndum de Clavero Arévalo, una jugada política, y el PSOE la aprovechó para arrinconar a UCD. Así Andalucía se convirtió en nacionalidad histórica. España uniformó el proceso autonómico para quitar poder al catalán y al vasco", concluye. La versión del PA es que fue "Andalucía la que creó el estado de las autonomías". "Ninguna de las tres comunidades históricas -Cataluña, Euskadi y Galicia- recorrió la vía del artículo 151 de la Constitución, porque ya lo tenían. Andalucía legitimó el 151", dice Pilar González.

Con todo, los grupos nacionalistas consultados aseguran que su identidad política tiene rasgos propios de su región. Todos rechazan ser "nacionalismos reactivos", de esos que alimentan a su electorado instrumentalizando la confrontación o las diferencias con el otro: contra el Estado central, contra la Cataluña de Montilla o la Andalucía del PSOE. También coinciden en que el nacionalismo andaluz está lastrado por un hecho: desde el franquismo, la identidad andaluza se ha solapado al estereotipo español, y esta imagen ha dañado más a los andalucistas que al andaluz, "muy seguro de su identidad", dice Felip Puig, vicesecretario general de CDC.

Si algo ha demostrado el reciente debate sobre la reforma del modelo de financiación autonómica es que las 17 regiones españolas saben muy bien cómo usar en beneficio propio el sentimiento de agravio que sufren del Gobierno central. El juego de las asimetrías y los privilegios ha estado en auge mientras se negociaba el reparto: Madrid y Galicia acusaron al Estado de beneficiar a Andalucía, Andalucía se quejó del privilegio catalán, Cataluña amenazó con abandonar la partida...

Temas como la financiación autonómica, los estatutos, la deuda histórica o la comparación entre los niveles educativos y sanitarios se han explotado políticamente para reivindicar mejoras internas. Y lo han hecho todos, no sólo los nacionalistas, de ahí que algunos de ellos, como los catalanes, los andaluces o los aragoneses, sientan que les han comido terreno, y otros como UpyD, piensan que los nacionalistas han llevado al resto de fuerzas políticas a su terreno.

Los seis partidos que reclaman más autogobierno en sus regiones coinciden en que la defensa de la identidad cultural de los vascos, catalanes, gallegos, aragoneses, andaluces o canarios no basta para apuntalar el nacionalismo. Se necesita un proyecto político concreto. "Los andalucistas tendrían que buscar otra vía para calar en la gente, porque el pueblo andaluz no ve peligrar su identidad", dice Antonio Lloré, ideólogo de Coalición Canaria. "Corren malos tiempos para los nacionalismos, pero el bipartidismo no es excusa. El partido de Rosa Díez (UpyD), que defiende una involución total del nacionalismo, gana fuerza", dice el vicesecretario general de la Chunta, José Luis Soro.

Todo esto ya lo ha oído el PA. Desde que perdió la representación parlamentaria en las elecciones de 2007 no para de hacer actos de contrición. Tiene los problemas de antes: desde que desapareció en Sevilla no tiene un centro neurálgico desde donde irradiar poder a las provincias. Su fuerza está salpicada por distintos municipios de Andalucía, pero no hay un vínculo entre ellos, no hay una malla andalucista de la que tirar. Además, la derrota electoral le ha obligado a curar una crisis interna, por la delicada renovación de su ejecutiva, pero también una crisis de identidad sobrevenida de fuera. Porque el PA se define como "nacionalismo de izquierdas", pero mientras sus votantes se han pasado al PP, algunos de sus dirigentes, como el alcalde de Ronda y ocho ediles más, se afiliaron al PSOE. Pilar González reconoce que el sobreesfuerzo del PA para diferenciarse de los socialistas puede haberse entendido como un alejamiento de la izquierda. Ahora todos los partidos políticos andaluces dicen ser andalucistas, y hoy mismo reivindican la figura de Blas Infante. Para volver a sentarse en el Parlamento, tendrá que llevarse otra silla, porque la suya se la están disputando PSOE y PP.

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