El fútbol, en cuanto a comportamiento, no difiere mucho de la vida. Las mismas sensaciones que tenemos las personas suceden en el balompié. Las sensaciones, en definitiva, toman caracteres de buenas o malas según sea el resultado final que es a la postre el discurrir de unos días de trabajo, hasta llegar a la meta que es la finalización de un partido.
El sábado el Betis dejó unas sensaciones que son las que viene apuntando desde que comenzó la liga: excelentes. El Sevilla, por el contrario, dejó entrever que tiene que cambiar radicalmente de juego y resultados.
El Sevilla es un equipo triste. Olvidadizo del fútbol de meses atrás. Con un equipo técnico, Gregorio Manzano y compañía, que no da con la tecla, el conjunto de Nervión necesita ganar desde ya porque el crédito del entrenador tiene límites. Y encima, con José María del Nido convenciendo a sus accionistas pero no a sus aficionados.
Otra vez el dilema del capital de las SAD y el corazón de los fieles seguidores. El dinero manda. Pero si el aficionado se va del campo termina con el negocio. Y cada vez son menos los que acuden a las gradas del Sánchez Pizjuán. Reflexionen, no sean intransigentes y ante la masa social (accionistas aparte) reconozcan los errores. Empiecen por la política de fichajes desacertados de los últimos tiempos y tengan prudencia en los análisis. La altivez en fútbol es mala compañera.
El día de Gordillo. El Betis gana y convence. El equipo es una cosa y la sociedad heliopolitana es otra. Por mucho que aparezca Oliver rodeado de glamour (si así se puede calificar la presencia de Mario Conde en el palco) y haga fiestas y eventos de cara a la galería con sus acólitos incluidos, sus días están finalizados, salvo que la Justicia diga la contrario. Los resultados son los que son y el trabajo de Mel y sus colaboradores, excelente.
Así debe ser, esté quien esté, porque los profesionales no deben mirar al palco. Esta noche Rafael Gordillo será proclamado presidente. El dictamen de la Justicia dirá el tiempo y a quién corresponde la mayoría accionarial. Al Betis llega un bético honesto, que a nadie le quepa la menor duda. Sin fincas ni fiestas glamourosas. Sin ganas de perpetuarse en el cargo, si no de estar el tiempo justo y necesario. Tus amigos sean del color que sean, futbolístico, político o religioso, bien sabes Rafael, te deseamos lo mejor.