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¿Ser bético será incompatible con ser feliz?

LA CONTRACRÓNICA. Los béticos empiezan a asumir el descenso a Segunda meses después de festejar el retorno a Europa. El fracaso no da una tregua al éxito en la historia verdiblanca.

el 12 ene 2014 / 23:47 h.

Los jugadores de Osasuna celebran el 0-1 con el partido recién empezado / J.M. Vidal (EFE) Los jugadores de Osasuna celebran el 0-1 con el partido recién empezado / J.M. Vidal (EFE) Lo mejor que pueden ir haciendo los béticos, más que nada para evitar sofocones, agonías e infartos, es asumir desde ya que su equipo descenderá a Segunda. Es lo más razonable y lógico, porque a día de hoy cualquier desenlace distinto al fatídico suena a película de ciencia ficción o cuento chino. También es lo más triste, porque parece mentira que el año del retorno a Europa acabe transformándose en el año del retorno a la categoría de plata. Y al mismo tiempo diríase que es inevitable. La historia, esa gran maestra que convierte en lógico todo lo que en apariencia resulta ilógico, enseña que algo debe de haber en el ADN del Betis que lo condena a disfrutar muy, muy poco de la felicidad. El bético lo sabe y se resigna. Protesta, pero se resigna. Algún antropólogo, sociólogo, forense o, quién sabe, filósofo debería analizar eso. Por qué ser bético parece incompatible con ser feliz. Ser feliz durante un tiempo prolongado y como consecuencia de ser bético, se entiende, porque obviamente habrá aficionados contentos con su vida, al margen de lo que sufran o dejen de sufrir con su equipo. La conclusión principal, claro está, será que la culpa ha sido generalmente del equipo, concepto que aglutina a futbolistas (cómo no), entrenadores, directores deportivos y, en último lugar pero no por ello menos importante, dirigentes. Lo difícil de desentrañar es por qué el equipo y las circunstancias se alían no ya para provocar infelicidad, sino para impedir que los pocos momentos de felicidad total desaparezcan a una velocidad fulminante. He aquí los tres grandes hitos de la historia del Betis y sus ‘a continuación’: el título de Liga en 1935 fue seguido por la Guerra Civil y la posterior desintegración del equipo campeón y el hundimiento en Segunda y Tercera; el título de Copa en 1977 fue seguido con un descenso inmediato a Segunda en 1978; y el título de Copa en 2005 más la clasificación para la Champions degeneraron en cuatro años de zozobra coronados con otra bajada al infierno de plata. El bético está predestinado a sufrir. Y no cabe aquí el clásico engaño: el 'manquepierda' es una expresión de amor y orgullo aun en la derrota, pero no de felicidad. Quizá la contraprestación es que el bético, por suerte para él, necesita muy poco para ser feliz.

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