¿Existe vida más allá de la muerte? La luz que ciega a los moribundos, ¿señala el final de un proceso de chapa y pintura que nos regala un cuerpo nuevo, otra identidad, una historia diferente a la que acabó minutos antes? Si la respuesta es afirmativam no me gustaría reencarnarme en Paulino Cubero: no por la calidad -mejor, peor o inexistente- de sus versos, tampoco por su situación personal -varios años en paro-; lo que me aterra es el escarnio público, el juicio sumarísimo al que han sometido al manchego vate. De manera voluntaria, por supuesto -nadie le obligó a presentar la letra-, pero con resultados excesivos: aquí ha opinado todo el mundo, como debe ser -no es un soneto a la fachada de tu bloque: los versos, deducimos, nos representarían allende nuestras fronteras-, pero con fiereza inexplicable. Sin argumentos, optando por la burla y la humillación, y obviando que la responsabilidad es del Comité Olímpico Español, por abrir una convocatoria que nadie reclamó, y del jurado, que apostó por un texto que no desentona junto a himnos como los de Alemania -con menciones al vino y las mujeres- o Portugal -esa referencia gloriosa a la madre y los insultos-, pero que sí que, abrazando la sinceridad, suena tópico y -sobre todo- superfluo.
No percibo en la sociedad española -tampoco es que posea una vista panorámica- una necesidad acuciante de transformar el "na na na" en una letra que exalte los valores de la patria, lo glorioso de nuestro pasado y lo plural de nuestro futuro. En el supermercado, en el autobús, la "Marcha Granadera" ni se menciona. Sí intuyo que preocupan, al menos un poco más, la dificultad para enfrentarse a una hipoteca, la precariedad del trabajo y el mal olor de los sueldos. Si alguien merece una crítica no es el pobre Cubero, que se limitó a expresarse, imprimirlo e introducir las páginas en un sobre, sino el COE, empeñado en la posteridad a toda costa. La polémica ha logrado que la letra se retire y Cubero subraya las miserias de la patria: ¿existe un género más español que el sainete?
