Cultura

Sevilla, 1810. El año en que la ciudad «perdió su identidad»

Sevilla en 1810 "rebosaba obras de arte". Y el ejército francés, conocedor del amplísimo patrimonio de la ciudad, vino, durante la Guerra de la Independencia, "obesionado con Murillo, el pintor más famoso de Europa en ese siglo".

el 16 sep 2009 / 06:06 h.

Sevilla en 1810 "rebosaba obras de arte". Y el ejército francés, conocedor del amplísimo patrimonio de la ciudad, vino, durante la Guerra de la Independencia, "obesionado con Murillo, el pintor más famoso de Europa en ese siglo". Un combativo Enrique Valdivieso prologa el 'Inventario de los cuadros sustraídos por el gobierno instruso en Sevilla' que escribió Manuel Gómez Imaz en 1896 y que ahora reedita la editorial Renacimiento.

Hasta 999 pinturas -la escultura no les interesó, tan sólo "el arte amable que podía colgarse en sus casas"- fueron apiladas en el Real Alcázar durante la invasión napoleónica en Sevilla, en una actuación capitaneada por el Mariscal Soult que, "tras desechar lo de peor calidad", sacó ilícitamente de nuestra ciudad unas 400 obras de arte con destino a París que, doscientos años después, forman parte de las colecciones de los mejores museos del mundo, dejando a Sevilla "privada de sus señas de identidad, de su patrimonio arrancado violentamente de sus lugares de origen".

Así lo explicaba ayer el catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla Enrique Valdivieso, que prologa la reedición del Inventario de Manuel Gómez Imaz (La Habana 1842-Sevilla, 1922), una obra que hace un recorrido por las iglesias, capillas, hermandades y conventos de Sevilla "obligados" a permitir la sustracción de obras de arte, especialmente por parte del mariscal Soult, "con la excusa de crear el Museo Real en París dedicado al Gran Napoleón", pero que finalmente fueron a parar "a su propia casa. Vamos, un robo con todas sus características", incidió un reivindicativo Valdivieso.

Uno de los grandes ejemplos de este expolio fue el "desmantelamiento" del programa iconográfico realizado por Murillo en el Hospital de la Santa Caridad -sus seis obras de misericordia, de la que quedan en Sevilla tan sólo dos-, cuyas obras se encuentran actualmente repartidas por diferentes museos de todo el mundo, y que nunca han regresado a la ciudad. Otro ejemplo fue el caso del cuadro de La Inmaculada realizada por Murillo para la iglesia de los Venerables -"la más bella jamás pintada", a juicio del profesor-, actualmente en el Museo de El Prado de Madrid después de que fuera reclamado a Francia en 1943 por el régimen de Franco, aunque le "costó" a España un cuadro de una infanta, pintado por Velázquez, y una espada de bronce que, al parecer, perteneció a Francisco I, según Valdivieso.

En el libro, recoge la certeza de que los expoliadores llegaron a la ciudad sevillana con una lista "perfectamente confeccionada" sobre las obras que debían sustraer, una información que los franceses conocieron de escritos como el Diccionario de artistas españoles, de Agustín Cea Bermúdez y editado en 1808. No obstante, Murillo no fue el único artista "deseado" por las tropas francesas, ya que también se llevaron obras de Zurbarán, de Herrera el Viejo, de Roelas y de Pacheco.

Según Valdivieso, si el Museo de Bellas Artes de Sevilla es en la actualidad la mejor pinacoteca dedicada a Murillo se debe a que los monjes del Convento de los Capuchinos, informados de lo que estaban haciendo las tropas francesas, cogieron los cuadros que tenían y los llevaron a Cádiz y los enterraron en tubos de plomo, y los recuperaron para Sevilla tras la Guerra de la Independencia.

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