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Sevilla a vuela pluma

Los escritores se suben por las paredes en esta ciudad. Literalmente. Vea las lápidas. Algunas son hasta divertidas.

el 07 ene 2012 / 19:32 h.

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Aquí vive un costalero, reza el azulejo que puede usted comprar por 4 euros en La Tienda Cofrade y colocar bajo el pretil de la ventana de su dormitorio. Es cierto: el sevillano clásico es muy dado a apuntar cosas en las paredes, desde si la casa tiene o no seguro contra incendios hasta por dónde se va a Santiago, pasando, oh maravilla, por los lugares donde nacieron, vivieron, murieron o se emborracharon, por ejemplo, sus más doctos y excelentes personajes, y en especial los escritores. Tantas lápidas hay de este tipo que se puede recorrer perfectamente una bellísima ruta literaria sevillana yendo de una placa a otra. Con el aliciente de que, además, hay algunas muy peculiares que invitan a pensar y, en algún caso, hasta a sonreír.

Sin duda, la más singular de todas y la que reúne a más eminencias por metro cuadrado es la de la taberna Las Escobas, al pie de Álvarez Quintero (buen arranque del itinerario), donde se dice lo siguiente: A esta famosa taberna de Las Escobas, cuya existencia data del año 1386, concurrieron entre otros ingenios, glorias de las letras universales, Cervantes, Lope de Vega, Lope de Rueda, Bécquer, Dumas, Lord Byron, Montoto y los hermanos Álvarez Quintero. La propiedad de esta finca colocó estos azulejos para perpetuar la memoria de tan insignes prohombres en el año del señor de 1962. Menos mal que la propiedad colocó los azulejos, pues qué sería hoy del mundo sin la memoria de tan descomunales creadores.

La lápida glorificadora es todo un género literario. Si salen de Las Escobas y tiran por Argote de Molina, verán a la altura del número 15 un recordatorio de Armando Palacio Valdés, por ser la vivienda donde situó el escritor a la protagonista de su obra La hermana San Sulpicio. Orlado por toda clase de florestas y volutas, el texto se despacha muy poéticamente con el interfecto, aclarando que los azulejos en su honor se colocaron cuando había florecido la primavera de 1924. Nada que ver con el lacónico estilo con que despachan a Fernando Villalón en la calle San Bartolomé: Sus amigos de Madrid entregaron esta lápida a Sevilla el día 8 de marzo de 1931. Sus amigos de Madrid, pues menos mal.

Ahora, no digan que la más singular de todas las lápidas sevillanas de literatos no es la que rinde homenaje en la calle Fabiola al cardenal Wiseman, arzobispo de Westminster, lumbrera del clero católico. Lumbrera, nada menos. Pues esta lumbrera, de nombre Nicholas y con cara de repartir bollos de pan con un carricoche, efectivamente nació en esa casa y escribió la novela Fabiola (que de ahí le viene el nombre a la calle). Fabiola es de romanos, y viene a ser al mundo de la narrativa lo que el palo de nata al mundo de la dulcería, siempre que dicho palo de nata contenga en su interior, además, un papelito con severas normas morales.

Y luego hay inscripciones muy bienintencionadas pero cuando menos discutibles, como el mármol que pretende homenajear a Cervantes en Sierpes diciendo: En el recinto de esta casa, antes Cárcel Real, estuvo preso (1597 y 1692) Miguel de Cervantes Saavedra, aquí se engendró para asombro y delicia del mundo El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. La Real Academia Sevillana de Buenas Letras acordó perpetuar este glorioso recuerdo. Año de 1905. Es cierto que la cosa es como para perpetuarla; ahora, considerar un glorioso recuerdo la prisión de Cervantes...

Una de las más sentidas es la que la Asociación de Vecinos del Museo colocó hace doce años: En esta casa, antiguo número 14, de la calle San Pedro Mártir, nació el día 6 de febrero de 1908 el poeta Rafael de León, quien alumbró, junto con Antonio Quintero y el maestro Quiroga, una época preclara de la canción andaluza y, por ende, española. Con él tuvo Andalucía uno de sus más ilustres insignes líricos.
A Concha Piquer:
... te quiero de madrugada,
cuando la noche y el trigo
hablan de amor a la sombra
morena de los olivos.

Descúbralas todas, admire los rincones donde vivieron, juegue a imaginarlos escribiendo tras sus muros y, sobre todo, cuando regrese a casa, haga por conocer mejor la obra de los que más le hayan llamado la atención. Si no, si la gente no hace de neuronas, de qué sirve la memoria. Pero basta, que parece esto Fabiola.

Más direcciones:

Además de las ya señaladas en el texto, he aquí algunas otras lápidas:
Pedro Salinas: Mª Auxiliadora, 8.
Luis Cernuda: Acetres, 6; y Aire, 6 (residencia).
Blanco White: Jamerdana, 1.
Fernando de Herrera: Daoiz.
Gustavo Adolfo Bécquer: Conde de Barajas, 28 (casa natal) y calle Potro, 6 (residencia).
Vicente Aleixandre: Puerta de Jerez, Palacio de Yanduri.
Fernán Caballero: C/ Fernán Caballero, 14.
Juan Antonio Cavestany: Zaragoza, 20.
Luis Montoto: Mateos Gago, 21.
Antonio Machado: Palacio de las Dueñas.

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