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El mejor preludio de la Feria de Abril

La plaza de la Real Maestranza acogió ayer la tradicional Exhibición de Enganches.

el 04 may 2014 / 14:42 h.

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Sevilla 03 05 2014: Concurso de enganches de Sevilla.FOTO:J.M.PAISANOEl Arenal despierta alborozado por una sinfonía confusa de cascos de caballos repicando sobre el asfalto, algún que otro relincho desacompasado y la dulce y cantarina catarata de los cascabeles de las guarniciones a la calesera que embellecen a los animales. ¿Habrá mejor melodía para anunciar la Feria de Abril? Es domingo de preferia y los alrededores de la plaza de toros se convierten en un museo viviente de los enganches. El espectáculo visual es de lo más colorista. Como en un retrato de época que cobrase color y vida por un día al año en las calles Adriano y Antonia Díaz, los turistas aprovechan para inmortalizarse junto a algún bandolero de sombrero calañés, los curiosos para admirar las cuidadas vestimentas de época, –chisteras y pamelas incluidas– de algunos cocheros, lacayos y pasajeros, y los aficionados de verdad para gozar de una de las concentraciones de enganches por metro cuadrado en el mundo con mayor sabor y tronío. La tradicional exhibición de enganches de la Feria de Sevilla cumplió ayer su vigésimo novena edición dando muestras de una extraordinaria vitalidad y como broche de oro a tres intensas jornadas en las que los coches de caballos han invadido la zona monumental de la ciudad para pregonar al planeta la primacía de Sevilla como Capital Mundial del Enganche. Los Enganches en la Maestranza. / J.M. Paisano Los Enganches en la Maestranza. / J.M. Paisano Poco antes de que a las doce del mediodía se abra la puerta de cuadrillas del coso baratillero para que sobre su dorado albero empiecen a evolucionar los carruajes, los llamados jueces de calle evalúan sobre el terreno la calidad de los enganches. «Valoramos cinco aspectos: la impresión general del conjunto; la calidad y presentación de los caballos y mulos, el estado del pelo y la calidad de los herrajes; la conformidad a la tradición de las guarniciones, su conservación y el ajuste al caballo y al carruaje; la calidad en la construcción de los carruajes y accesorios y su estado general; y, por último, la corrección en la forma de vestir de cocheros, lacayos y pasajeros», relata Enrique, uno de los enchaquetados jueces tocados por sombrero de ala ancha, mientras anota las puntuaciones de uno de los participantes en una minúscula libreta. Después de pasearse entre caballos y mulos por las calles del Arenal hay aficionados que reparan en un detalle. La inmensa mayoría de los carruajes participantes en esta exhibición lucen guarniciones a la inglesa en lugar de a la calesera, más propia de la pureza y la idiosincracia de la tierra andaluza. Mucha chistera y mucha levita, y pocos bandoleros con sombrero calañés y mujeres vestidas de flamenca. «Esto cada día se parece más al ambiente de las tradicionales carreras de caballos de Ascot que al que debe imperar en la Feria de Abril», apunta un aficionado. La explicación a este evidente desequilibrio en favor de las costumbres anglosajonas la tiene Eduardo, otro de los jueces de la competición: «Es una cuestión de comodidad y de mantenimiento. Hay que ser un verdadero experto para ajustar bien y saber limpiar las guarniciones a la calesera. La inglesa es más cómoda de adaptar al caballo y al carruaje y su mantenimiento es más económico». De ciudad, de campo, deportivos, para ir de cacería o para transportar el correo, en total unos 70 coches de caballo saltaron al ruedo maestrante, en ocho tandas diferentes, en el marco de esta exhibición, que se encargó de inaugurar el Escuadrón de Caballería de la Guardia Civil con un vistoso carrusel protagonizado por la banda de clarines y 16 lanceros de la Benemérita. Tras la vuelta de honor que dio la madrina del evento, Carmen Lomana, a bordo de una lujosa carretela del siglo XIX, se daba comienzo a la segunda fase de la exhibición, en la que los jueces de plaza valoran la maestría y la pericia de los cocheros en las evoluciones de los enganches sobre el ruedo. Fabricados originariamente en ciudades como París, Oporto y Utrech, entre otras muchas, y maravillosamente restaurados en su mayoría en Andalucía, los enganches participantes –algunos provenientes de países como Italia, Portugal o Bélgica– hicieron las delicias de un público animoso que llenaba casi tres cuartos de plaza, a pesar de que la estancia en los tendidos de sol se hacía casi insoportable. El italiano Pasquale Beretta, que lleva más de 20 años acudiendo desde Bérgamo a esta exhibición, se ganó uno de los mayores aplausos del respetable a las riendas de un antiguo coche de carreras, construido en 1880, y tirado por un fantástico caballo lusitano. A sus 7 años, Jesús Blanco Charlo-Sánchez, fue ayer el cochero más joven de la competición, a las riendas de un faetón jardinera. Como novedad, el evento concluyó con un desfile de todos los enganches participantes hasta la Plaza de España, donde hubo una gran foto de familia.

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