Comparable con el de la República Checa. El nivel de desarrollo de Sevilla está en los mismos parámetros que este país centroeuropeo mientras que los de San Sebastián o Pamplona son como los de Dinamarca o Francia. Son los resultados de un estudio realizado por el Ministerio de Medio Ambiente y un equipo de expertos de diversos ámbitos en función de los estándares fijados por la ONU. Educación, paro, ingresos, cualificación laboral, tecnología, modelos de transporte, relación con el medio ambiente, esperanza de vida... son algunos de los indicadores tenidos en cuenta en este informe, la radiografía más completa del desarrollo español en la última década.
Y, pese a que el informe reconoce el desarrollo evidente de todo el país a lo largo de los treinta años de democracia, la brecha entre el norte y el sur español sigue siendo tan grande que de las diez capitales españolas menos desarrolladas siete son andaluzas y sólo Granada queda fuera del furgón de cola. ¿Qué opciones tiene Andalucía (y para cuándo), de salvar esta distancia? Está claro que buena parte del retraso es heredado de siglos de aislamiento y dejación de las administraciones, que obligaron a esta comunidad a incorporarse a la carrera del progreso desde la última línea de salida. Pero sería un error abandonarse a posturas autocompasivas, conformistas o meramente reinvidicativas para excusar una situación que, en buena parte, está en manos de los andaluces corregir.
Efectivamente, los parámetros económicos son, ahora más que nunca, globales, y quizás haya que esperar a una coyuntura favorable para lograr la convergencia. Pero hay indicadores como la educación, la cualificación profesional, la sensibilidad ciudadana y ambiental... que cuentan tanto como los otros y que la mayor parte de Andalucía ha suspendido estrepitosamente en este examen. Poner manos a la obra es la única opción posible para volver patas arriba la inamovible desigualdad Norte-Sur.
