Antonio García Villarán no tiene dudas: acaba de publicar su mejor libro. Lleva por título Imperio curvo, ve la luz en su sello, Cangrejo Pistolero Ediciones, y se presentará hoy a las 21.00 en la Pérgola de la FLS, con JavierGato como maestro de ceremonias. «Es un libro más lírico, mejor construido, y he volcado lo mejor de mí en todos los sentidos. No solo en los textos, los cuales he escrito y reescrito hasta verme en ellos, también en la maquetación y las ilustraciones. He realizado más de 50 dibujos para el libro», explica el autor. «Aquí muestro una voz lírica íntima. Un universo de imágenes plásticas y un canto a la luz».
Si en su anterior entrega, Nocaut, el autor asegura haberse «sumergido en la canalla», ahora cree «haber construido un palacio de cristal». En este golpe de timón adquiere no poca importancia la noción de Imperio curvo que da título al libro: «Es un impulso amplio hacia lo más profundo de cada uno», comenta. «Creo que no existen imperios rectos. Lo recto es lo inerte, lo estancado, lo quieto. Mi vida es curva, multidisciplinar y llena de cosas distintas. A mí siempre me han preguntado, ¿pero tú eres escritor o pintor? Pues yo soy curvo. Ya lo decía Lizano, me siento una persona curva, y creo en lo curvo como herramienta para el avance. Yo creo que incluso, la ciudad en la que vivo es curva, aunque algunos intenten llevarla por el involucionismo de lo recto», agrega.
Por otro lado, se trata de un libro muy físico, rotundamente carnal, y a la vez intelectual, trufado de referencias culturales. «Sí, mi vida gira en torno a la cultura», admite García Villarán. «Está lleno de referencias a películas, pintores, escritores, arte en definitiva. A mí me aburre el fútbol, pero me emociona la poesía. Este libro es una obra de arte total. Al menos he intentado que lo sea».
Con una Obertura de Claudia Ruiz Cívico y un Cierre de Alejandro Simón Partal, Imperio curvo destaca por las ilustraciones del propio García Villarán. «Para mi es muy importante la línea, el dibujo, y este es un libro donde he trazado tanto las imágenes mentales del Imperio a través de la poesía como las experiencias estéticas que conforman todo el objeto», afirma. En este ejercicio no pasa desapercibido el papel de la musa, en este caso de carne y hueso, o de carne y verso, y a la que el autor dedica el volumen. «He dibujado este Imperio curvo en el que hay imágenes abstractas y figurativas, extrañas y sugerentes», comenta. «Prefiero las musas de carne y verso. Nunca mejor dicho. Las musas deben llenarte física y espiritualmente, y yo me siento pleno. ¿Acaso puede superarse la poesía que encierra una caricia?», apostilla. Ahora viene abrir las puertas del Imperio para acoger a los curvos. Viene dar vida al poemario y seguir creando».
