Jean Christophe Garcia-Baquero Lavezzi (Sevilla, 1975), hijo del prestigioso americanista de la Hispalense tristemente fallecido hace no mucho tiempo, ha publicado la obra La madeja y el do, en la que pinta una Sevilla cerrada muy poco comprensiva con el resto del mundo. Desde Bruselas, donde vive debido a su trabajo, este escritor de nuevo cuño atendió a las preguntas de El Correo.
-¿De qué trata su obra?
-Es un libro sobre el tedio en las ciudades de provincias, sobre el hecho de no ser consecuentes con nuestra manera de ser en una ciudad como Sevilla con unos códigos de conducta muy marcados, sobre el fracaso que supone la búsqueda de la felicidad según los demás.
-¿Es ficción o un ensayo?
-Es ficción con algunas pinceladas de ensayo y de novela histórica. He pretendido ahondar en la psicología de los personajes, mostrar la motivacion real de sus comportamientos y actitudes. Doy mi visión particular de algunas fiestas de la ciudad. Además, relato un episodio bélico de la reconquista de Sevilla por Fernando III, personaje que al final cierra la novela. También hay pinceladas de humor.
-¿Qué relación guarda usted con Sevilla después de escribirla?
-Escribir la novela me ha servido para reconciliarme con la ciudad que yo viví, bajo unas coordenadas sociológicas muy determinadas y una ideología conservadora, y a la que acusé de muchas cosas. En ese sentido, ha sido muy terapéutico.
-La nota de prensa que anuncia su libro dice, literalmente: "Una interesante visión de la Sevilla del tedio y la mediocridad constantes". ¿Por qué esa perspectiva tan negra?
-Sevilla, bajo su belleza incuestionable, puede resultar muy opresora para alguien que no comparta todos sus preceptos culturales y tradicionales.
-¿Le parece una ciudad ombliguista?
-Para bromear un poco, los sevillanos son cainitas con los otros sevillanos y ombliguistas cuando se sienten atacados desde fuera. Se atacan entre ellos pero se defienden mutuamente del exterior.
-Pero, ¿asegura usted que la sociedad sevillana frena el avance del pensamiento?
-Hay un sector de la sociedad que no quiere que pase el tiempo, que vive en una nostalgia confusa, que defiende férreamente la tradición que, como dijo Woody Allen, es la ilusión de lo permanente. Por suerte, existe un colectivo de sevillanos que viven su ciudad y participan de sus costumbres sin proclamar que están en posesión de la verdad o de lo mejor que existe en el globo.
-Presenta la obra cuando ya huele a incienso por aquí. ¿Una provocación?
-Es una casualidad. No tuve en mente la proximidad de la Semana Santa. Es lo que tiene vivir en Bélgica, que no tiene fiesta ni el jueves ni el viernes santo. Estos paises laicos...{Risas}.
-El libro está editado en la colección 'Otro gallo cantaría'. ¿Qué cambiaría usted?
-Deculturas [editora de la novela] se empeña en recoger obras que no se atienen quizás a los principios que imperan en el mundo editorial de hoy en día.
-El hecho de vivir fuera y ser de madre francesa, ¿cree que influye en su visión de la ciudad?
-En mi casa siempre tuve dos visiones de la realidad y aquello ha sido muy positivo porque me ayudó a reflexionar sobre todo. Vivir en Bruselas me ha servido para tener una visión más imparcial de la ciudad. Además, también voy cumpliendo años y la búsqueda juvenil de lo absoluto ya se ha terminado para mi.