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Sevilla recupera con Las Cruces su tradición minera

El inicio de la producción de la mina de Cobre las Cruces esta semana cierra un paréntesis de siete años sin esta industria en Sevilla, desde que en 2002 se clausurara la de Boliden. Pero esta nueva mina, además de recuperar una industria que se remonta en la provincia a los romanos, supone también el estreno de una ingeniería única en Europa.

el 16 sep 2009 / 03:34 h.

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OLGA GRANADO/ FRANCISCO VEIGA

El inicio de la producción de la mina de Cobre las Cruces esta semana cierra un paréntesis de siete años sin esta industria en Sevilla, desde que en 2002 se clausurara la de Boliden. Pero esta nueva mina, además de recuperar una industria que se remonta en la provincia a los romanos, supone también el estreno de una ingeniería única en Europa.

Cobre las Cruces, situada en el área metropolitana de Sevilla a caballo entre Gerena, Guillena y Salteras, es además la mayor mina a cielo abierto de Europa. Cada año producirá 72.000 toneladas de cobre. Los sindicatos y las administraciones alaban la inversión (630 millones de euros) y los puestos de trabajo (250 durante los 15 años de vida de la mina), mientras los ecologistas alertan de los riesgos de tener una explotación a sólo una veintena de kilómetros de Sevilla y a 30 de Doñana.

De hecho, Ecologistas en Acción anunció esta semana su intención de presentar una querella por presunta prevaricación contra la Agencia Andaluza del Agua y la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa por haber dejado que la mina empiece a producir con un permiso provisional, a la espera de que sea aprobado su plan de garantías adicionales para preservar el acuífero Niebla-Posadas. Y es que Cobre las Cruces toma el relevo precisamente a la más dañina de las explotaciones, asentada también el área metropolitana, la de Boliden en Aznalcóllar, cuya balsa de residuos reventó en 1998 y provocó el mayor desastre ecológico del país con su vertido tóxico. Este precedente forzó precisamente la implantación de una tecnología nueva en Cobre las Cruces para gestionar el acuífero: el llamado sistema de drenaje e reinyección, por el que las aguas subterráneas son extraídas y devueltas -en óptimas condiciones- varios metros más allá para que no interfieran en la búsqueda del cobre.

Un supuesto episodio de contaminación, que todavía investiga la Fiscalía de Sevilla, obligó a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), que tenía las competencias entonces, a retirar durante casi un año los permisos de excavación, que no se devolvieron hasta que la mina, propiedad de Inmet (70%) y Leucadia (30%), corrigió los defectos en este sistema que extrae agua del subsuelo, la utiliza y la vuelve a introducir en el mayor acuífero del área metropolitana.

Pero no sólo en el tratamiento del acuífero innova este proyecto, sino también en el del mineral, que pasa por una plata de hidrometalurgia que evita que tenga que ser obtenido por fundición, lo que elimina las emisiones a la atmósfera. Es el único complejo en Europa en el que se realizan los cinco procesos necesarios hasta obtener un cátodo.

Última tecnología en el siglo XXI, pero más de 2.000 años antes ya se extraía cobre en Sevilla, ya que un extremo de la Faja Pirítica Ibérica se sitúa al noroeste de la provincia. Los que organizaron la primera explotación sistemática -con 20.000 esclavos dedicados nada más que a la minería- fueron los romanos. Explotaron yacimientos de oro, plata y cobre, especialmente en el Cerro del Hierro y las minas de Villanueva del Río y Minas.

La extracción también la continuaron los árabes, que descubrieron lo que había bajo el suelo de Peñaflor y La Puebla de los Infantes: plomo.

Los castellanos, desde el siglo XVI, intensificaron esta explotación con minas como las de Aznalcóllar, El Castillo de las Guardas, Almadén de la Plata y, sobre todo, Guadalcanal, un enorme yacimiento de plata que no cerró hasta después de la I Guerra Mundial.

En el siglo XIX llegó la revolución industrial y los capitales extranjeros, que horadaron media provincia. El Castillo de las Guardas pasó a ser la mina más importante, hasta que la relevó Aznalcóllar, de donde se extraía plomo, cinc y manganeso. Hasta la del Cerro del Hierro reabrió con capital escocés en 1895, e incluso Peñaflor vivió una versión de la fiebre del oro de California en 1883. En realidad lo que había en ese municipio en abundancia era plomo.

Pero todas se fueron agotando a partir de la segunda mitad del siglo XX y cerrando una a una a lo largo de los años 60, 70, 80... Hasta llegar al vertido tóxico de Boliden, que dio la puntilla al yacimiento de Aznalcóllar, el último en clausurarse. Eso sí, el conflicto laboral no está cerrado del todo y 75 ex empleados claman todavía por una recolocación. Sólo uno de ellos trabaja ahora en Cobre las Cruces, donde inicialmente se le ofreció recolocación al resto, pero rechazaron las propuestas.

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