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Sevilla se hizo del Polígono

el 15 sep 2009 / 01:56 h.

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Una gran ovación recibió a la hermandad del Polígono en la Campana. Una gran ovación acompañó a cada paso en la Carrera Oficial. Una gran ovación acogió a la cofradía en la salida de la Catedral. San Pablo se estrenaba y Sevilla se rindió.

La hermandad del Polígono de San Pablo se estrenó ayer en la nómina de la Semana Santa. Atrás quedaron las salidas por el barrio el Sábado de Pasión. En su debut cautivó a Sevilla y la ciudad se entregó.

Nuevo paso, nuevo misterio, nueva dolorosa. Todo era nuevo ayer para la corporación, que por primera vez pidió su venia en la Campana, para la cofradía que por primera vez pisó el frío mármol de la Catedral. Pero parece que la experiencia acumulada durante años de procesión por el barrio, de estación de penitencia al Templete de la Cruz del Campo y a la parroquia de la Concepción, le ha servido, además de para dar cohesión a la hermandad, para poner una cofradía novel en la calle sin que lo pareciera.

El barrio estaba dispuesto. Los bloques del Polígono, engalanados con colgaduras granates. Los vecinos, arremolinados, impacientes, nerviosos, entusiasmados. Ayer todas las calles de San Pablo conducían hasta la parroquia de San Ignacio de Loyola.

Pili madre e hija, María Rosa y Manoli ocupaban un balcón privilegiado: el de la cocina del piso de la primera, un mirador único sobre la trasera del templo, donde tiene la hermandad instalada la estructura que hace las veces de capilla para su salida. Para ellas había amanecido a las ocho. Tenían varios nazarenos en casa y había que acicalarlos, preparar los bocadillos y tener todo listo para no perderse un detalle del gran acontecimiento. Pili hija grabó toda la salida con su cámara de vídeo. Su marido portaba el bacalao y quería ver después lo que se perdía por formar parte del cortejo.

Y abajo, en primera fila de los jardines de la parroquia, frente por frente a la pseudo capilla, un grupo de niños con discapacidad. 45 en total, de la Asociación Niños con Amor de la vecina Santa Clara, que estaban dispuestos a disfrutar de cada momento. "Están muy agradecidos", aseguraba uno de los profesores de taller que los acompañaba, José Antonio García, "por esta oportunidad".

Efectivamente, ellos fueron los primeros en aplaudir cuando las puertas se abrieron. La cruz de guía -la de siempre, porque optaron por dejar la nueva en casa- empezaba un largo camino que llevaría a su hermandad al corazón de Sevilla en pocas horas. Cosa de un milagro. Dentro de la parroquia, no había una estancia libre, todos los tramos estaban preparados.

Antonio, el fiscal de cruz de guía, avanzó y recibió "sorprendido" esa primera ovación, la de los suyos: "No esperaba que aplaudieran a la cruz. Ha sido muy emocionante". Mentalmente, iba repasando el título de la hermandad y la fórmula de la venia. En la Campana, ante el palquillo y ante Sevilla, que aguardaba expectante este momento, tenía toda la responsabilidad. Allí, cinco horas después, con Manuel Román, el presidente del Consejo, presidiendo, no titubeó y el título sonó fuerte y claro. Cuatro nazarenos que le acompañaban entregaron ocho joyeros, cada uno con un rosario de filigrana y plata para cada una de las ocho dolorosas del Lunes Santo. De esta forma correspondía el Polígono a la generosidad de las cofradías de la jornada, que tan bien la recibieron. El martillo, en este momento, fue para Luis Álvarez Duarte, autor de todas las tallas de la hermandad.

Cinco horas antes, en la capilla, sonaba por primera vez el martillo del nuevo paso. José Zambrano arengaba a sus hombres: "Llegó el día soñado por todo el mundo", y dedicó este primer trabajo a "nuestra hermandad, nuestro barrio y para Sevilla". Las primeras lágrimas aparecieron en los ojos. En los suyos, en los de los ciriales, en los de los acólitos y en los de los vecinos que podían escuchar estas palabras. Al cielo. De frente. Trasera a tierra. Y el paso ya está en los jardines. Segunda ovación de los espectadores privilegiados que tuvo rápido eco en los vecinos que se congregaban en la Avenida Pedro Romero.

"¡Que tengáis una buena estación!", gritaba una vecina a todos cuanto pasaban enfundados en sus túnicas. "Ole, ole", animaba el público a los costaleros. El Señor Cautivo y Rescatado estaba en la calle. El destino: la Catedral. El Polígono ponía rumbo al Centro. Y no era sólo la hermandad.

Pero aún faltaba la salida del palio, de la dolorosa de ojos verdes que ha cautivado a sus vecinos en cuestión de meses y que sorprendió a Sevilla arropada por el manto de la coronación de la Macarena, una gentileza de su madrina. Pero, además, el barco de la Virgen de Consolación de la hermandad de la Sed. "Mirad qué ojos tiene, mirad qué mirada", animaba el capataz a los costaleros para que se imaginaran debajo del paso el rostro de la Virgen del Rosario con la luz de sol. "Guapa, guapa", le gritaban los vecinos. Con los sones de Reina y Madre del Rosario y Pasan los campanilleros, llegó la Señora del Polígono a la calle y su barrio se entregó. Detrás de ella se apostaron, como tras el paso del Señor, numerosas mujeres de promesa: "Por mi padre, que murió hace diez años e iba siempre a verla y buscarla cuando salía. Por mi hermano, que nos da muchos problemas, a ver si el Señor se acuerda de él", enumeraba María del Carmen Villagrán.

El Polígono al completo ponía rumbo al Centro. Ni un metro recorrió la hermandad sin público. En la Avenida de la Soleá, en Luis Montoto, en la parada junto a las Hermanitas de los Pobres, en el saludo a San Benito. Sevilla arropó al Polígono y se hizo nazareno.

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