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Sevilla se llama ciencia

Durante mucho tiempo Sevilla paseó su nombre por el mundo gracias a su puerto; más tarde lo prestó a la ópera y luego fue conocida por la fiesta: la de los toros, la de las cruces, las romerías, la feria...

el 15 sep 2009 / 17:02 h.

Durante mucho tiempo Sevilla paseó su nombre por el mundo gracias a su puerto; más tarde lo prestó a la ópera y luego fue conocida por la fiesta: la de los toros, la de las cruces, las romerías, la feria... En el último medio siglo añadió a ese andar en los labios del mundo los eventos deportivos, yendo durante muchos años con la equipación de sede de la selección nacional de fútbol y, más recientemente, con la percha de acontecimientos de rango internacional o mundial. Por lo que nunca había sido conocida era por grandes éxitos de la medicina.

Sólo a finales del siglo XIX un fármaco sevillano estuvo, de vez en cuando, en revistas de hablas inglesa o alemana: se trataba del humilde pero popular jarabe del Doctor Palomares, el pastor de la Comunidad Evangélica de la iglesia de San Basilio, que al parecer era remedio eficaz contra la tos ferina y que fue apodado -no se sabe si con sorna o con devoción- como Jarabe Protestante. Aquel médico de los cuerpos y las almas también había inventado una pomada que siguió vendiéndose hasta hace poco, el Ungüento de la calle Relator.

En unos meses, sin embargo, el nombre de Sevilla ha sonado, primero, cuando un equipo de doctores separó a dos niñas siamesas marroquíes, luego al descubrir la Unidad de Genética del Virgen del Rocío el gen que produce la ceguera hereditaria y, hace sólo unos días, nacía allí también el primer niño inmune a un mal hereditario que puede curar a su hermano. Puede que los nombres de Juán Carlos de Agustín o Guillermo Antiñolo no suenen en Sevilla como los de toreros o tonadilleras famosas pero el de la ciudad ha dado la vuelta al mundo varias veces y no únicamente en los periódicos o la tele sino también en las revistas especializadas. Gracias a ellos Sevilla ya no sólo se llama copla; también se llama ciencia.

Antonio Zoido es escritor e historiador

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