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Sevilla se mece en silencio

el 04 jul 2011 / 19:51 h.

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El silencio puede ser un pasajero y breve estado de felicidad del que disfrutar en verano.

En 1951 el compositor John Cage se introdujo en una cámara anecoica para descubrir que el silencio es un placer inexistente: en ella escuchó el latido de su corazón. En Semana Santa los sevillanos sienten un sigilo severo, sobrecogedor, cuando pasa por las calles la Hermandad del Silencio. Pero ni el que experimentó el músico ni el que se vive en la Madrugá es lejanamente parecido al que puede percibirse, casi palparse, perdiéndose por algunas calles y callejones, esquinas y plazuelas de la Sevilla que late adormecida durante los meses de verano.

No hay una ruta exacta que valga. Tampoco se tendrán en cuenta las sombras o los calores que nos acompañen. Ninguna caminata turistica conocida o por conocer propone nada similar a perderse por la ciudad en silencio. A decir verdad, salvo unas cuantas organizaciones pseudoreligiosas, nadie ha encontrado aún filón económico en esto de explotar la circunspección.

Las guías de viajes aseguran que la ciudadela de Mdina, en Malta, es el lugar -urbano- más mudo que existe. Otros podrían considerar que, sin ir tan lejos, el fantasmal pueblo derruido de Belchite (en Zaragoza) hace las veces de espacio acotado a las almas difuntas y al curioso que enmudece por el canguelo. Antes de poner kilómetros de por medio, ¿ya probó a recorrer el barrio de Santa Cruz en la madrugada?

No se trata de retar a los nervios. Ningún Jack el Destripador le perseguirá por detrás. Y la sensación de deambular por el amurallado Callejón del Agua puede ser indescriptible. Aún lo será más si lo remonta hasta llegar al Patio de los Naranjos. No es necesario que sea de noche, sí al menos verano, hora de media tarde, cuando los turistas mitigan el sofoco en las piscinas de los hoteles. La propuesta, por más que venturosa por el lorenzo, puede resultarle más inolvidable de lo que cree.

Si prefiere cambiar la monumentalidad por lo verde tendrá que dirigirse al Parque del Alamillo, ese gran pulmón arbolado donde siempre hay centenares de ciudadanos festejando cualquier evento, por mínimo que sea. Acuda cualquier día de estos (hoy, mañana, al otro...) y adéntrese hacia la zona Norte, allá donde las familias se dan por rendidas ante la perspectiva de la caminata. Será una fantasía, pero sentirá que el parque es completamente suyo. Suyo y de los conejos, unos animales que viven en este apartado rincón y que muy pocos saben que están por allí.

Sí, también colaría por un paseo silencioso la Isla de la Cartuja o el barrio de la Judería. Demasiado evidente tal vez. El músico italiano Giacinto Scelsi en un viaje que realizó a Sevilla en la década de los 60 decidió perderse varias horas por San Fernando. Es posible que nuestro camposanto no sea el parisino de Pere Lachaise, pero en su aparente sencillez esconde algo. El creador romano lo transitó y le sirvió de inspiración para componer una obra pianística. Es probable que a usted le sirva para ir eligiendo parcela...

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