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Sevilla y el agua

El agua es vida, y su ausencia, o su exceso, marca los límites de la supervivencia humana. Como la tierra y el fuego, en su condición de elemento esencial, desde los orígenes de la Humanidad, en todas las civilizaciones que en la historia han sido, se ha ido desarrollando nuestro vínculo con el agua...

el 15 sep 2009 / 03:08 h.

El agua es vida, y su ausencia, o su exceso, marca los límites de la supervivencia humana. Como la tierra y el fuego, en su condición de elemento esencial, desde los orígenes de la Humanidad, en todas las civilizaciones que en la historia han sido, se ha ido desarrollando nuestro vínculo con el agua tanto en sus dimensiones míticas, como culturales y técnicas.

No hay año que en uno u otro territorio del planeta se viva el drama de su agresión o de su carencia, las inundaciones o las sequías, y solemos hacerlo en la pequeñez de lo que nos es cercano, siempre insuficientemente solidarios. En España vivimos desde hace años un intenso debate político, y también científico, sobre la manera de hacer frente a los problemas de la demanda en unos u otros territorios, trasvases o desaladoras, plan hidrológico nacional, gestión autonómica de las cuencas, etc. Y muchas veces las carencias en el consumo humano de algunas ciudades no se afrontan con la perspectiva estratégica necesaria, al tiempo que no se atiende al ciclo completo y especialmente al deterioro del sistema hidrológico, a su degeneración ambiental, y al desorden de su consumo agrario.

El agua y la ciudad son consubstanciales. El gran sistema social que es la urbe no puede existir sin el agua, de manera que los avances técnicos para facilitar el consumo, así como la evacuación de aguas residuales, han sido siempre factores de modernización. En ese escenario de tanta trascendencia, puede parecer de menor interés una mirada arquitectónica. Sin embargo, mas allá de la eficiencia de las infraestructuras, en la convicción de su significado social, los romanos, por ejemplo, acertaron a desarrollar una tipología edificatoria formidable como los acueductos, con ejemplos supervivientes tan notables como el de Segovia. En Sevilla, los "caños de Carmona" quedaron reducidos a unos escasos fragmentos cuya restauración va a promover EMASESA. Poco queda del tradicional consumo urbano a través de fuentes instaladas en determinados espacios públicos de la ciudad, y solo su transformación en fuentes ornamentales, de desigual aliento, jalonan algunos de ellos.

Pero la gran importancia de esa relación se produce en lo mas profundo de la razón de existir de las ciudades. Sevilla es un ejemplo, entre tantos extraordinarios, de ciudad fluvial, de puerto interior. Pero la pérdida de la conciencia de esa matriz y la urbanización "extensiva" fue desvirtuándola. Es bueno examinar ese proceso y su reversión, mediante un urbanismo paisajístico que enriquezca la sola consideración del río como estructura. El Guadalquivir urbano ha vivido fortísimas alteraciones por causa de las riadas y su defensa, y su centralidad cambiante en la Edad Contemporánea no siempre se ha integrado adecuadamente. Las exposiciones de 1929 y 1992 brillan entre sombras. Puentes, fachadas fluviales, hitos arquitectónicos, áreas de oportunidad, corredores verdes; son parámetros para un examen esencial de Sevilla.

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