Cultura

Si los cotilleos fueran verdad...

Eduardo Mendicutti parte de una situación real para culminar su novela más divertida, ‘Otra vida para vivirla contigo’, una desaforada historia de amor entre un joven y un escritor maduro

el 24 oct 2013 / 22:37 h.

Eduardo Mendicutti, un novelista que bebe de la realidad y de la anécdota. / Manu R. R. (Atese) Eduardo Mendicutti, un novelista que bebe de la realidad y de la anécdota. / Manu R. R. (Atese) Cuando Eduardo Mendicutti (Sanlúcar deBarrameda, 1948) recibió la llamada de un joven concejal de su pueblo para pedirle ayuda en materia de políticas sociales, difícilmente podía imaginar la polvareda que levantaría en los mentideros de internet. “Inauguramos la glorieta de la Igualdad, trajimos a gente en días señalados... Y empezaron las habladurías.Media docena de personas empezaron a decir atrocidades, me sentí muy ofendido primero, y finalmente decidí reírme de todo y escribir esta novela. el mecanismo fue: si todo esto que dicen fuera verdad, ¿cómo sería esta historia?”. Así, de aquellos cotilleos surge Otra vida para vivirla contigo (Tusquets), una obra que conjuga personajes inspirados en seres reales y situaciones más o menos desopilantes que, en el fondo, tienen como aspiración narrar una historia de amor  “que se pueda cantar en un bolero, con todo su frenesí”, apunta el autor. Frenesí, en efecto, pero también un poquito de aquello de Casablanca: “El mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos”. Mendicutti lo explica: “Quería reflejar el momento difícil en el que estamos, aunque sean personajes privilegiados: un chico joven, gay comprometido, y un escritor que dejó sus problemas muy atrás, liberado de la hostilidad externa, la culpa o la vergüenza de otras épocas”. Estructurada en capítulos muy dinámicos, Otra vida para vivirla contigo tiene mucho de novela epistolar, solo que en el siglo XXI dicha fórmula debe incluir, necesariamente, correos electrónicos, sms y whatsapps. “Esos recursos me permitían aplacar la narración y, al mismo tiempo, avanzar en ella”, comenta Eduardo Mendicutti, quien considera que “en los medios modernos las palabras a veces reverberan de un modo impresionante”. También existe un desfase generacional entre los protagonistas de la novela: “Uno es un chico del siglo XXI, que viene de la cultura de la imagen, mientras que el otro es un hombre del siglo XX, con todo lo que eso quiere decir, tiene otro sentido del compromiso de la lealtad... El escritor ha salido del armario, pero tiene detrás una historia de dificultades. Lo seguro es que el país del presente no es el mismo que aquel en el que el escritor creció, auqnue haya mucho camino por recorrer. El hombre mayor vivió historias de manera oculta, aquella promiscuidad de la que tanto se ha hablado, y que no es sino el producto de la imposibilidad de cristalizar, de fijar el amor. El chico joven, por el contrario, no ha tenido ningún problema: con 16 años dijo en casa que era gay, y el mundo no se hundió bajo sus pies”, explica el escritor. “La narrativa”, prosigue Mendicutti,“siempre ha servido para que las voces que no han podido contar su historia lo hagan. En este momento hay retrocesos clarísimos en materia de derechos. Hemos vivido una época en que nadie ha cuestionado a los gays, porque quedaba cateto hacerlo, y porque la legislación supo ir por delante de la sociedad, hasta que las fuerzas contrarias empezaron a empujar”. “Mira lo que sucede en Rusia, y ningún país se permite cortar relaciones, porque los intereses económicos priman. Lo único que se puede hacer es luchar desde un plano social. Los escritores no somos nadie, pero si tenemos una voz y podemos usarla, tienes también la obligación de hacerlo”, apostilla el sanluqueño.

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