Cultura

Siete de julio... ¡San Fermín!

el 16 sep 2009 / 05:20 h.

A Pamplona hemos de ir. Aunque sólo sea una vez en la vida, hay que ceñirse al cuello el pañuelo con el santico y adobar de magras con tomate regadas con clarete la fiesta por antonomasia. Pamplona, la feria de San Fermín, los encierros, la inclasificable y atronadora corrida de toros de la tarde, la juerga a todas horas... Sí, a Pamplona hemos de ir. Durante una semana toda la atención del mundo del toro estará puesta en la capital navarra. Arde la Fiesta.

Lo de Barcelona. Y mientras el chupinazo anuncia la llegada de los días grandes a Pamplona, permanecen los ecos y las valoraciones del acontecimiento que convirtió a Barcelona en capital del toreo. José Tomás se encerró con seis toros por primera vez en su carrera logrando cortar cinco orejas en medio de la comunión general de los miles de fieles que habían peregrinado a la ciudad condal a arropar a su ídolo. Y reconociendo que el divino logró abarrotar la inmensa Monumental y convirtió a Barcelona en una fiesta, no conviene perder de vista los resultados estrictamente taurinos del acontecimiento, sin dejarnos llevar por el irrefrenable triunfalismo de sus seguidores.

Cinco orejas. Los trofeos obtenidos no son el mejor reflejo de lo acontecido en el estricto ámbito del ruedo de Barcelona. Sin la testificación de las cámaras de televisión, -a las que el galapagarino es alérgico crónico- hay que descrifrar, quitar y poner en la profusión de críticas del evento; desde la más afecta a la más escéptica -dejando a un lado a los pelotas de cámara y a los enemigos declarados- para hacerse una idea cabal de los verdaderos méritos taurinos del genio que, según parece, remató una tarde entregada y plagada de detalles, variada en el planteamiento, pero sin lograr cuajar de cabo a rabo a ninguno de los seis escogidísimos toros -de perfecta presentación- que se habían reseñado para la ocasión. El torero templado y técnicamente resolutivo de sus primeros compromisos de 2009 volvía a quedar lejos. A pesar de todo, la trascendencia del acontecimiento había que valorarla en otros parámetros y otro ámbito, más allá del ruedo y los tendidos barceloneses.

Momentos delicados. La encerrona de Tomás, que ha destinado sus beneficios a la fundación que lleva su nombre, hay que valorarla dentro de la reacción a la ofensiva instigada por los sectores nacionalistas para desterrar la fiesta de los toros dentro de las fronteras catalanas. Coincidiendo en tiempo y lugar, se terminaban de vender las últimas localidades para la apoteosis tomasista y se entregaban las firmas de una inicitiva pretendidamente popular y abiertamente abolicionista. Ya han caído algunas plazas que, como Gerona, daban toros todos los meses del año. La actividad se centra ahora en llevarse por delante a la Monumental de Barcelona que, en la práctica, es el último reducto útil del taurinismo catalán, no hace tanto el más activo de España.

De la promoción. Las sinceras ganas de los chavales, la solvencia con la que afrontaron el compromiso y las posibilidades y la personalidad diferenciada del jerezano David Galván fueron las mejores noticias en el inicio de un ciclo que no había invitado a la esperanza en los últimos años. Quedan dos novilladas clasificatorias antes de la final maestrante. Que no decaiga. Por cierto, la crisis se ha llevado por delante otro ciclo de promoción: el de la Granada de Plata de Guillena. Vaya tela.

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