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Siete Puertas echa el cierre

El emblemático comercio textil de la calle Puente y Pellón abrió ayer por última vez, vencido por la crisis. En breve se convertirá en un bazar chino.

el 06 ago 2010 / 20:16 h.

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El propietario del establecimiento, Joaquín Iglesias, terminaba ayer de recoger la tienda antes del cierre definitivo.

El único rastro visible de que el comercio de Joaquín Iglesias era una tienda de telas es un puñado de retales y un perchero con muestrarios. Y, por supuesto, la memoria colectiva de varias generaciones que recuerdan Siete Puertas como uno de los comercios centenarios de la calle Puente y Pellón.

Joaquín estaba ayer triste. Era el último día en el que su tienda de telas, Siete Puertas, estaba abierta. Poco después de levantar la persiana por última vez, Joaquín iba de un lado a otro, recogiéndolo todo y sin parar, quizá para no pensar. Casi no quedaban muebles y los carteles de rebajas no tenían ninguna tela a la que indicar. El jueves hizo su última venta. "Fue emocionante". "No hemos podido. Mi abuelo abrió esta tienda en 1913 y me ha tocado a mí. No se lo deseo nadie". Los ojos acuosos y el labio vibrante no le impedían hacer lo que más le apetecía: dar las gracias. "A toda Sevilla, de verdad, sólo tengo palabras de agradecimiento".

Los enemigos contra los que el comercio ha tenido que luchar no eran de su tamaño. "La crisis, la falta de movilidad, el Metropol... Todo unido ha acabado con nosotros". Pero Joaquín quiere aclarar algo: el perdedor no es el comercio tradicional. "Y si alguien lo dice, es mentira. Ni comercio antiguo ni tradicional. Es más, con la crisis se estaban volviendo a comprar telas. Son problemas al margen. Lo demás es totalmente falso".
Al margen, pero muy cerca. Sólo a unos pocos metros, en la plaza de la Encarnación, las setas comenzaron a levantarse y se llevaron con ellas los autobuses que tenían allí su parada. El traslado fue letal para el público de mayor edad, una parte importante de la clientela, y para los que vivían lejos del Centro. "Venir hasta aquí desde barrios como Triana o Los Remedios es casi imposible, por no hablar de otros barrios más alejados", cuenta Joaquín. "Las medidas externas nos han hecho seleccionar la clientela".

Si se le pregunta por algún día, algún recuerdo que retenga en su memoria con especial cariño, la emoción vuelve a aparecer en sus ojos. "Me acuerdo, por ejemplo, de las Hermanas de la Cruz. Cuando pasábamos una mala época, venían y nos hacían una compra grande. Parecía que siempre estaba Santa Ángela para ayudarnos". En ese momento, dos religiosas pasan por delante de la desangelada tienda. "Mira... Las cosas, para que tú veas".

Casi a la hora del cierre del mediodía, Siete Puertas está aún más vacía. Joaquín aguanta el tipo porque han llegado quienes le van a alquilar el local de 750 metros, dos chinos, de la que sólo habla uno de ellos. Se llama Lucía, tiene 23 años y no quiere decir nada sobre su familia, sus negocios ni su apellido. Lo que sí dice, a trompicones, es que el negocio va a ser de moda joven, "porque en el Centro no hay ningún chino así".

-¿750 metros sólo de moda joven?
La duda se asoma a los ojos.
-La familia nos tenemos que reunir para hablarlo.
-¿Cuántos sóis en la familia?
-No lo sé.

Joaquín no se cree nada. "Me gustaría saber cómo les van a salir las cuentas". Pero se resigna. Ellos son casi los únicos que ahora mismo pueden pagarle el alquiler. Incluso cuando vieron que el negocio estaba liquidando, algún chino más se acercó para preguntarle por el local. Quienes al final se lo han quedado regentan ya un bazar en la calle María Auxiliadora. Pero Lucía, siempre esquiva, tampoco tiene intención de hablar de eso.

"Si mi abuelo viera que esto acaba en manos de chinos... Cosas de la vida". Ayer les entregó la llave, aunque espera que en unos cuatro años su tienda salga en los medios, esta vez porque la vuelve a abrir. ¿Qué va a hacer el lunes cuando se levante? "Intentaré olvidar, aunque voy a tardar mucho".

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