Cultura

Silencios y efusiones de la pintura de Broca

el 15 oct 2010 / 20:09 h.

Paco Broca, ante una de las piezas de la exposición.
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El pintor Paco Broca propone hasta el 29 de octubre en la sala Santa Inés un recorrido por su pintura desde finales de los años 80 hasta la actualidad, una trayectoria coherente que se comprenderá aún mejor a partir del día 27, cuando se inaugure en el Real Alcázar otra muestra con 30 piezas más.

Ambas muestras, reunidas bajo el título elpaisaje.com, revelan cómo Broca ha ido dejando a un lado las formas más nítidas -las que pueden verse en el tríptico de la Fuente de los Poetas del Alcázar, por ejemplo, aunque ya estuviera ahí presente la pincelada deshecha, arrastrada- para adentrarse en caminos más impresionistas, con el fantasma de Turner sobrevolando no pocos de sus trabajos.

Una de las señas de identidad de Broca, sevillano de 1961, es preparar él mismo sus soportes y fabricar su propio óleo, adosando algunas de sus paletas al cuadro como testimonio del proceso. "Hay quien piensa que es lo más abstracto de mi pintura, pero esas paletas son por el contrario lo más real. Ese juego ambiguo siempre me acompaña", confiesa el artista.

84 piezas de formatos pequeños (en el caso de los apuntes del natural), mediano y grande integran el catálogo de Santa Inés, en el que sobresalen dos motivos principales, Marruecos y Sicilia, pero donde también pueden reconocerse la Sierra de Huelva, el Coto de Doñana, las minas de Rodalquilar (Almería), y hasta alguna perspectiva de la Capadocia turca.

Y por supuesto, también está Sevilla, aunque a veces asome apenas insinuada en un reflejo del río, o como una suma de manchas que sólo empezamos a reconocer a segunda vista. La fuente de la Sultana en la que mojan sus pies tres inesperadas Gracias, la pescadería del mercado de la calle Feria, el Puente de Triana, el Paseo de la O o la calle Betis no son extraños al pincel de Broca.

Pero, como dijimos, el paisaje marroquí y el siciliano reclaman su legítimo protagonismo entre la obra seleccionada para esta ocasión. Aquí también es posible observar otra transición en Paco Broca, la que va del sosiego sugerido en las citadas obras inspiradas en el Alcázar -esos silencios andalusíes que apenas perturba el rumor de las fuentes- y una pintura más vehemente, casi violenta, que tiene que ver con las fuerzas telúricas y está llena de cielos clamorosos.

A medio de camino de ambos extremos estarían las piezas fechadas entre 2005 y 2006, que representan los alrededores de Rabat, el oasis de Merzouga y sobre todo las relacionadas con los tintoreros de Fez. "Primero tomo apuntes, luego reelaboro en el estudio, me documento con fotos y hasta busca material adicional en internet, de ahí también que haya escogido el título elpaisaje.com", comenta.

En estas obras, como Cementerio bereber, se anticipa ya esa creciente libertad expresiva que el pintor concretará definitivamente (si cabe decir tal cosa a estas alturas, todavía relativamente tempranas, de su carrera) en la serie dedicada a Sicilia, desde 2008.

Las cúpulas de Catania o el teatro de Taormina son imágenes reposadas que no logran distraer la atención sobre el Etna, el formidable volcán que permite a Broca desarrollar un discurso plástico centrado en el contraste entre el cielo y la tierra, con el fuego como impagable elemento adicional que estimula incluso la imaginación del artista. Las efusiones del famoso cráter, así como las caprichosas formas que dejan al enfriarse las coladas de lava, ponen de manifiesto curiosamente la vertiente más explosiva del pincel de Broca.

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