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Sin alardes, pero ganando

El Sevilla puso fin a su racha de cuatro jornadas consecutivas sin ganar en Liga. Desde aquella brillante victoria sobre el Real Madrid, hace ya más de un mes, el equipo de Manolo Jiménez sólo había dado la cara en la Champions. Ayer, sumó otra vez los tres puntos, pero sin encandilar demasiado.

el 14 sep 2009 / 21:18 h.

El Sevilla puso fin a su racha de cuatro jornadas consecutivas sin ganar en Liga. Desde aquella brillante victoria sobre el Real Madrid, hace ya más de un mes, el equipo de Manolo Jiménez sólo había dado la cara en la Champions. Ayer, sumó otra vez los tres puntos, pero sin encandilar demasiado.

El desenlace de la jornada le permite escalar hasta el noveno puesto de la tabla, situarse a siete puntos de los que dan derecho a disputar la Copa de la UEFA, a nueve de la zona Champions... y a cinco del descenso. Sin ser un motivo para darse por satisfechos a tenor de las aspiraciones del Sevilla, la victoria le permite al menos tomar aire. En cualquier caso, no puede ocultar un hecho incuestionable: el equipo sigue sin dar su mejor nivel, sin encandilar con su juego como antes. De haber tenido enfrente a un rival más cualificado, los apuros habrían sido incluso mayores, ya que el Murcia, que no demostró gran cosa, hizo que la incertidumbre sobrevolase el Sánchez Pizjuán hasta el descuento.

Más que por ese juego de conjunto implacable que exhibía hasta hace no mucho, el Sevilla ganó por la mayor calidad de sus futbolistas en momentos puntuales. Una vez más, y ya van muchas, Luis Fabiano volvió a tirar del carro. Su conexión con Jesús Navas, uno de los mejores argumentos nervionenses en la tarde de ayer, pudo por sí sola con el equipo de Lucas Alcaraz, que, pese a tener un marcador en contra de 2-0 a los 58 minutos, sacó garra y peleó hasta el pitido final. Y ello a pesar de que Rodríguez Santiago, a instancias de uno de sus asistentes -él no pitó nada- castigó una falta a Kerzhakov fuera del área con penalti favorable al Sevilla. Maresca, titular tras muchas semanas sin hacerlo, no perdonó desde los once metros. Pero ni aún así logró sentirse a gusto el equipo de Jiménez, que prácticamente acabó pidiendo la hora tras encajar un gol, otro a balón parado, y ya van demasiados, en el minuto 66.

Y eso que lo más difícil llegó pronto. En una de sus primeras incursiones, el Sevilla cobró ventaja en el marcador. Jesús Navas, que hizo daño por banda y sacó buenos centros siempre, puso el balón en el área y Luis Fabiano, con un remate mordido, lo introdujo en la portería. Sin embargo, el gol no tuvo precisamente un efecto favorable. Poco a poco, el equipo de Jiménez fue cediendo terreno al Murcia, que se plantó en las inmediaciones de Palop con facilidad. Drago, de vuelta y como lateral, estaba en todos lados y evitaba situaciones de claro peligro mientras Maresca escuchaba algunos silbidos por jugar la pelota hacia atrás y Kerzhakov, acompañante ayer de Luis Fabiano, corría y corría casi sin olerla.

sufriendo. El penalti transformado por el italiano en la reanudación puso la victoria en manos del Sevilla. Su juego siguió sin ser brillante, pero parecía controlar el choque... hasta que llegó lo más temido: una jugada a balón parado. Palop salió al primer palo, el balón fue al segundo y Mosquera, en pugna con Baiano, marcó en propia meta. A partir de ahí, el partido se convirtió, más que nunca, en un toma y daca. Pudo decantarlo Keita en un alarde de potencia tras plantarse en el área y servir el balón a Jesús Navas, pero un defensor evitó que éste marcara (74'). Justo después, Keita reaparecía, esta vez cabeceando un córner que no acabó en gol por poco (75'). Entre el Murcia, con su afán, y el Sevilla, que no lograba asestarle el golpe definitivo, se empeñaron en prolongar la historia del encuentro.

Así se llegó a los instantes finales, momento en que apareció de nuevo la figura de Luis Fabiano. El brasileño hizo buena otra acción de Jesús Navas y sentenció, poco después de que Palop se retirase lesionado y De Sanctis ocupara su puesto. Además de estar en el sitio siempre, el paulista creó juego, tuvo desborde y asumió la responsabilidad -Kanouté fue suplente pese a salir al final- para tirar de un equipo que, sin brillar, al menos toma aire.

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