Cofradías

Sin aliento en San Vicente

La dificultosa salida de tres pasos fue ovacionada por un público respetuoso.

el 31 mar 2010 / 22:09 h.

A los palcos de la plaza de San Francisco llega monseñor Asenjo. Todas las radios informan de la estampa que se dibuja a esa hora de la tarde en el corazón de la Carrera Oficial. Se estrena el nuevo arzobispo en estas labores protocolarias. Mientras, a las puertas de San Vicente, se manda a callar. Con cinco minutos de retraso (a las 20.25 horas) se entreabre el portalón de la iglesia. Lo hace con miedo, como si pidiera la venia a la bulla que se agolpaba fuera.

La estampa parece sacada de otros tiempos. Ante los ojos de todos se presentan las que están consideradas las túnicas más antiguas de la Semana Santa de Sevilla. Escapulario carmesí y cíngulo dorado colorean el hábito blanquísimo. El romanticismo tiñe todo el cortejo, desde el primer nazareno al palio de la Virgen de la Cabeza. Algo que no todos pueden percibir, pues con seis y cinco años uno sólo quiere pedir caramelos, estampas, medallas o lo que sea. Es lo que le pasaban a los tres pequeños de Sevilla Este que, subidos a la valla, alargaban sus brazos hasta zarandear la túnica y alcanzar el brazo del nazareno. Tuvieron que estar más que rápidos, pues al segundo tramo ya venían los ciriales, y con ellos, el primero de los pasos. Piezas clásicas y otras composiciones dedicadas a la advocación de las Siete Palabras interpretó el cuarteto de música de capilla. Con los cuerpos a tierra y efectuando una milimétrica maniobra, el paso del Nazareno de la Divina Misericordia se puso en la calle al tiempo que una saeta salía desde uno de los balcones próximos al templo. El rezo cantado de este saetero creó división de opiniones al terminar su faena. Hubo quien aplaudió. Otros mandaron rápidamente a callar en respeto al recogimiento de este primer tramo de la cofradía de San Vicente.Nada que ver con el paso de misterio, que despertó encendidos aplausos. Su capataz, José González Luna, dedicó la primera levantá a los hermanos número uno y dos "que han fallecido recientemente". La salida de este misterio que inspiró la marcha Pasan los campanilleros siguió el mismo esquema de dificultad. Tanto que se pudo ver a dos costaleros portando las carteras laterales de los respiraderos para evitar que los relieves de las figuras allí talladas sufrieran algún daño en las jambas de la puerta. Salvada la maniobra, se aplaude, ahora sí, sin fisuras, misterio de las Siete Palabras con guiños a otros tiempos, como los tocados monjiles de las Marías o el exorno floral de este Crucificado, que ayer salió a la calle por primera vez tras su restauración por Pedro Manzano.Anochece y se apetece echar mano del chaquetón que tanto ha estorbado por la tarde. No tiene frío sino calor por la emoción el bueno de Rufino Madrigal. El de Umbrete comanda el palio ayudado por el alcalde del pueblo, Joaquín Fernández Garro: el regidor-contraguía que lleva la Virgen de la Cabeza.

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