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Sin disfraz de progresista

Dos intervenciones hacen caer el perfil amable que mantenía en la izquierda.

el 18 mar 2012 / 20:01 h.

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No hace mucho, cuando España era un país más o menos feliz, dos figuras consideradas perdedoras de las cuchilladas internas de sus partidos tenían gran simpatía entre los contrarios. José Bono era percibido por los conservadores como el socialista de buena cuna, católico y liberal. Enfrente, lastimoso tras los picotazos de Esperanza Aguirre por haber querido concurrir a las elecciones de 2008 y por su solitaria autocrítica en el PP en 2004, y con el sueño olímpico por bandera, Alberto Ruiz-Gallardón era considerado por los votantes de izquierda como encarnación de la derecha cultivada que no necesita despachurrar la república ni a quienes la defienden.

Como si hubiera estado jugando a los disfraces hasta que ha entrado en el Gobierno, dos intervenciones suyas en el Congreso como flamante ministro de Justicia han echado por tierra su mito de moderado -arraigado fuera de Madrid, ciudad de la que fue alcalde (2003-2011), comunidad de la que fue presidente (1995-2003)-, la careta de que era como un hijo, no rockero, sino ilustrado y yuppie del llorado alcalde de la Transición Enrique Tierno Galván. Gallardón viste ahora normalmente de oscuro como Mortadelo cuando no se transforma en cualquier cosa que valga para sus historietas.

Hasta ese momento casaba a homosexuales como regidor de la villa y corte, cuestión anatema para su partido -le costó una regañina de Jorge Fernández Díaz cuando el ahora ministro del Interior era secretario del grupo parlamentario-, que todavía mantiene un recurso de inconstitucionalidad con la ya vieja norma del zapaterismo que garantiza los derechos a todos los enamorados, amen a quien amen. Al menos a los gays -que están más organizados, y menos apoltronados que las feministas- no les ha soltado un rollo de moralina sociológica como a las muchachas que acaban abortando. Y es que su anuncio de poda a la Ley del Aborto lo ha argumentado con un lío en el que rebuja la "violencia de género estructural" y las embarazadas.

Es un secreto a voces que Ruiz-Gallardón deseaba más que nada en el mundo ser ministro desde que tenía 23 años, cuando dejó plantada su bien ganada plaza de fiscal de la Audiencia de Málaga por una carrera en Alianza Popular.

A los 53 años ha conseguido ser ministro de Justicia, un matrimonio político con Mariano Rajoy que revaloriza la larga soledad de Gallardón frente al sector más contundente del PP de Madrid, el que encabeza la lideresa Aguirre y se desborda hacia lo ultramontano.
Su faceta más conocida es la pública, en especial como alcalde de Madrid (2003-2011) y como presidente de esta comunidad (1995-2003). Menos conocida es su vida privada, sobre la que sus actuales y pasados asesores insisten en que es extremadamente celoso. Tiene una vinculación personal con quien fuera gobernador civil de la provincia de Sevilla en los franquistas años 60, José Utrera Molina: es su suegro. También es bisnieto del compositor Isaac Albéniz y primo, por tanto, de la primera esposa de Nicolás Sarkozy, Cecilia. La socialista Trinidad Jiménez también es prima suya. Su abuelo periodista, Víctor Ruiz Albéniz, fue considerado cronista oficial del bando franquista durante la Guerra Civil. Ahora protege con un velo de intimidad a sus cuatro hijos.

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