Las declaraciones del consejero de Obras Públicas de la Junta, Luis García Garrido, en las que aseguraba este martes que no piensa "meter prisa" a la concesionaria de las obras del Metro para que inaugure la línea 1 de Sevilla hay que entenderlas en su contexto para evitar que su malinterpretación vuelva a generar más dudas y más suspicacias en torno a este proyecto. Después de que el alcalde de Sevilla, Alfredo Sánchez Monteseirín, reclamase su apertura para antes de Semana Santa, el consejero enfría otra vez las expectativas de inauguración al sostener que la puesta en marcha del suburbano no depende de una decisión "política" y que, en consecuencia, estará sujeta exclusivamente a aspectos técnicos. Estas palabras no constituyen de ninguna manera el anticipo de algún nuevo retraso ni nada por el estilo. En todo caso, pertenecen al ámbito de las obviedades. Evidentemente, si hubiera sido por nuestras autoridades, el Metro no sólo hubiera estado inaugurado el 20 de diciembre del pasado año, tal y como estaba previsto antes de que se produjera el socavón de la Puerta de Jerez, sino mucho antes. Para ser más concretos, el 24 de junio de 2006, fecha inicial de inauguración de la línea. Pero una cosa es lo que se puede querer desde el ámbito político y ciudadano y otra bien distinta lo que se dicte desde el punto de vista técnico. A fecha de hoy, lo que importa es que ésta se termine bien y con todas las garantías de seguridad requeridas, aunque eso implique unos meses más de trabajo. Las prisas son comprensibles, más si cabe cuando se trata de un proyecto que tendría que haberse acabado hace dos años y medio, pero es mejor guiarse por un cierto sentido de la prudencia para evitar más decepciones en forma de fechas incumplidas. Ojalá sea pronto, pero lo sustancial en este punto no es que sea en breve sino que la próxima vez que se anuncie la apertura de la línea 1 del Metro de Sevilla sea la definitiva.