"Si tocas una melodía de jazz y las personas no mueven los pies, no la toques más". Lo dijo el pianista Count Basie a principios del siglo XX, y mañana viernes a las 23.00, un siglo después, un público reducido pero fiel dará buena cuenta de ello en el Carnaval Jazz del Jazz Corner, el único club de Sevilla al que se puede ir a escuchar jazz en directo. El espacio ahumado y bohemio de costumbre se enriquecerá de madrugada con una recreación de los años 40 en los que coexistieron el swing y el bebop. Si se anima a viajar en el tiempo y cruzar el charco hasta la cuna del jazz por una noche, sepa que, como en todo carnaval que se precie, ha de ir disfrazado: "Chaquetas cruzadas y vestidos entallados que se muevan a ritmo de jazz."
"El jazz es eterno." Ahora quien habla -y da las pautas de vestimenta- es José Antonio Maqueda, dueño del Jazz Corner. "El directo jamás igualará al disco. En un espectáculo hay magia, comunicación, improvisación... nunca se sabe cómo acabará o cuánta gente terminará encima del escenario." Él, el primero. Es guitarrista y profesor de música, y no hay fin de semana que se escape sin pisar las tablas.
La que fuera la banda sonora del siglo XX tiene un origen incierto y lejano. Suena el año 1917 en algún archivo americano, pero en Sevilla fue en los 60 cuando, en un callejón llamado Francos, se comenzaron a reunir noctámbulos que en plena dictadura desafiaban a la noche en torno al Hot Club Sevilla de Jazz. La sequía ideológica empapaba a la musical, apareciendo así el Pub Tartufo (cerca de la Puerta Osario), o El Violonchelo, y más tarde, los efímeros El Be-Bop, El Acuarela, Panecitos o Contrapunto.
Los amantes del jazz añoran el Blue Moon, primer club de Maqueda, pero el actual Jazz Corner hace que esa nostalgia quede sólo para potenciar la inspiración de los directos. El sábado sin ir más lejos, Quique Little boy, especialista en blues, animará la noche con su voz desgarradora, su guitarra sin púa y su armónica. "Es todo un showman", cuentan de él.
¿Hay vida más allá de la copla y los tambores semanasanteros en la ciudad de tonadilleras por excelencia? La hay. Aunque ver, escuchar o asistir a un concierto de jazz se antoja complicado ante un panorama local que no tiene mucho que envidiarle al nacional: "Es cierto que en Madrid y Barcelona hay más movimiento que aquí, pero el jazz nunca va a ser una música popular como el pop o el rock. Esto es como el buen cine o el buen vino, se toma en pequeñas y gloriosas dosis", comenta Maqueda.
La otra (única) alternativa, es el Café Jazz Naima, un clásico de la Alameda, junto a la que fuera la academia de baile Realito. Es pequeño, acogedor, y siempre suena a Miles Davis. Tenía homónimo en el Aljarafe, en el que sí hacían directos, pero la crisis los obligó a cerrar. Allí puede comprar discos y camisetas u observar a las figuras del jazz colgados en las paredes, en cuadros.
En estos dos clubes se habla de cultura, se respira libertad y se oye buena música. "El ambiente te lleva a una disposición única", apunta Maqueda. Dicen los solitarios que el jazz es para quien se toma la vida a otro ritmo: más pausado, más real.