Economía

Sólo un 'diluvio' salvaría a los cultivos de riego de la cuenca del Guadalquivir

A los cultivos de riego de la cuenta del Guadalquivir sólo les queda rezar para que llueva. 300 hectómetros cúbicos, los únicos que podrían desembalsarse en la cuenca, sólo dan para cultivos permanentes.

el 14 sep 2009 / 23:25 h.

R. B.

300 hectómetros cúbicos, los únicos que podrían desembalsarse en la cuenca en el que es el peor año de sequía desde 1995, sólo dan para cultivos permanentes y algún aporte de socorro para la remolacha. El resto de los grandes cultivos de la cuenca, a rezar para que llueva.

Las cuentas son las siguientes. En el sistema de regulación general del río, compuesto por los quince pantanos que constituyen el aporte fundamental para el regadío, se encuentra al 25,6% de su capacidad y en situación, pues, de emergencia. Si quitamos las reservas legales para abastecimiento urbano y las medioambientales (o los caudales ecológicos), la cuantía hídrica máxima que podría soltarse asciende a unos 300 hectómetros cúbicos. Son algo más de un tercio de los disponibles durante la campaña pasada (850), la cuarta parte de la desembalsada en ejercicios pluviométricos normales y, en términos equivalentes, dos años largos de consumo para la capital sevillana y su área metropolitana.

Pero una cosa son las matemáticas y otra la realidad. Con 300 hectómetros cúbicos, sólo habría agua para atender a los cultivos permanentes de la cuenca -olivar y frutales, fundamentalmente- y algunos riegos de socorro para las producciones ya plantadas, como la remolacha. Para el resto (algodón, arroz, maíces, etcétera), cero, puesto que cualquier desembalse puntual para parcelas muy alejadas de las compuertas de los pantanos -y aquí la más perjudicada es Sevilla- se secaría casi todo por el camino.

La situación es tan cruda que ni el propio presidente de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), Francisco Tapia, se atrevió a plantear dotación alguna en la reunión de la comisión de desembalse -órgano donde se aprueban las aguas para el riego- que se celebró ayer. Y seria fue su advertencia: esto es lo que hay y los que quieran arriesgarse y sembrar, que lo hagan, pero ha de llover muchísimo en lo que resta de invierno y en primavera para que la situación actual -"que es el peor año de sequía desde 1995", cuando no hubo ni gota para los regantes- dé un vuelco.

Por lo pronto, el tomate industrial, que ahora se siembra por Los Palacios y Villafranca y Lebrija, ya tiene en peligro su desarrollo. El algodón, que se planta, allá por marzo, en todo el Bajo Guadalquivir, habrá de aguardar a primavera para ver qué hace, la remolacha podría tener algún aporte de auxilio y, por último, para el arroz, del que depende la economía de Isla Mayor, nada de nada, a no ser que caiga tal diluvio como para que haya en la regulación general otros 350 hectómetros cúbicos susceptibles de desembalsar. "Hoy por hoy, no hay ningún cultivo salvado", dijo ayer un preocupado Pedro Parias, secretario de la asociación de regantes Feragua.

La mayoría sí, pero no todos los agricultores están tan mal. Así, el ahogo de los que irrigan sus tierras con aguas de los pantanos de regulación general contrasta con la normalidad que reina en otros sistemas (los embalses adscritos a comunidades concretas), como son los casos de los regantes del Viar y el Huesna, en la misma provincia de Sevilla.

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